Vista del Puente de Brooklyn
Son importantes en un país sus monumentos. Nos hablan de lo que sus habitantes consideran sus rasgos distintivos, las marcas de su identidad; lo que quieren ser, cómo quieren aparecer, ya hayan sido edificados ex profeso con esta finalidad o hayan ido acumulando ese carácter de distinción con el tiempo. En un país moderno, los monumentos son, sobre todo, civiles. En los Estados Unidos, uno de los monumentos más destacados es el puente de Brooklyn. Los puentes son elementos señeros de la civilidad, son obra de la ingeniería civil. Conectan terrenos separados y permiten el tránsito entre ellos, unen lo que está disperso. Cada época histórica se ha apresurado a imprimirles sus señas, dada su importancia. En la Antigüedad clásica tenían carácter sagrado y estaban encomendados a un cuerpo de sacerdotes. A fin de cuentas, los sacerdotes son los que se encargan de conducir (ducere) hacia lo sagrado (sacer, lo sacro). La Iglesia Romana, heredera de la Roma clásica, conserva para su soberano vicario el título de Pontifex Maximus, Sumo Pontífice, sumo constructor de puentes. En la Edad Media, los puentes se construyen y gestionan en el ámbito del señorío feudal. En la Modernidad ilustrada, los puentes se secularizan, y se vuelven más anchos y largos, con vanos que cortan el resuello, conforme van avanzando las ciencias y refinándose las técnicas.
En nuestros días, la imagen que tenemos del puente de Brooklyn es cinematográfica y televisiva; escenario de películas de diversos géneros (y, todas, del subgénero neoyorkino), pavimento trepidante del masivo maratón. Se diría que es el puente de una sociedad de masas, si hablar de masas para referirse a la sociedad de los Estados Unidos no fuera una contradicción en los términos. Con esta vista de aquí, el puente no muestra tanto su carácter urbano, de unión de dos de los cinco burgos neoyorkinos, Manhattan y Brooklyn. Se nos muestra más bien su carácter de artefacto; son los tendones de acero que soportan las tensiones del tablero y las llevan a las masivas pilas de ladrillo con vanos ojivales para descargarlas sobre la roca del suelo. Sobre el todo, la bandera, el símbolo que identifica a los ciudadanos de un país patriótico. Los americanos, como ellos se llaman, son patriotas porque saben que esa bandera los simboliza por igual a todos y cada uno de ellos. Y a nadie más.