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Vacúnese, que algo queda

     Fiel a su gestión incompetente, el Gobierno está fracasando en la vacunación antivírica. Ni la cantidad, ni la frecuencia, ni el ritmo son satisfactorios.

     Con este paso, se necesitarían cuatro años para conseguir una tasa de población vacunada que garantizara una buena inmunidad contra la COVID-19.

     Por esta razón, resurge una de las costumbres españolas más típicas, comparable a la paella, al gazpacho o a la sangría: la picaresca. Quien tiene a su alcance una dosis de vacuna no se resiste y se propina un benéfico pinchazo.

     Así es: desde un modesto alcalde hasta obispos y altos cargos militares se han saltado la cola y administrado la valiosa y escasa medicina.

        Está mal, muy mal, que alguien, prevaliéndose de su posición o cargo, se vacune sin esperar su turno. Y mucho más si es autoridad o funcionario público, a quienes sus normas reguladoras les exigen comportamientos ejemplares.

         Empero no toda la culpa debe recaer sobre el avispado que logra su dosis anticipada y graciosamente. Si se dan estos casos es porque la población desconfía de eso que se llama “el sistema”, que no funciona bien.

           Ante todo, urge subrayar y destacar la pésima planificación y organización de la campaña de vacunación  contra el maldito microbio. El ciudadano se ve desasistido del Gobierno e inmerso en una gran desorientación, en un maremágnum de órdenes y contraórdenes, en un caos administrativo-sanitario, desconociendo dónde y cuándo le corresponderá vacunarse.

       No existe un plan general de vacunación. No existe publicada una prelación de categorías o segmentos de población a vacunar, ni un calendario claro y fiable. Sólo noticias confusas y difusas que empujan a la picaresca y al ‘sálvese quien pueda’.

       Tampoco hay transparencia. Hay caos. Hay hartazgo. Y un Gobierno que no gobierna sino que sólo reparte ideología; que no trabaja para los ciudadanos y sí para mantenerse en el poder; que no lucha contra la pandemia como un ejército disciplinado y compacto… Más bien piensa en Franco, sueña con la República, libera a sediciosos, manda al encargado de Sanidad a dar mítines, no rebaja la factura eléctrica, fomenta la ocupación ilegal de viviendas, pretende el control de la información y está en… “lo suyo”. El pueblo, que aguante y viva como pueda.

       En esta hora crítica se necesitaría un Gobierno y unas Administraciones públicas que combatieran, sin descanso, al coronavirus asesino. Se requeriría concentración, no dispersión de competencias.

         Sin embargo, los españoles tenemos lo contrario. Para que La Moncloa no sufra desgaste, diecisiete estrategias sanitarias diferentes se afanan con dificultad en enfrentarse al enemigo vírico.  

        Este disparatado modelo confederal crea un clima de caos y fracaso, favorece la picaresca y la corrupción, y el COVID-19, mientras tanto, sigue matando.

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

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