Somos libres e iguales
Es verdad, somos libres e iguales. Sí, lo somos. Han tenido que venir Cayetana, Arcadi y Gabriel Tortella a Granada a decírnoslo para que nos enterásemos. Pero es verdad. Somos libres e iguales. Parece que nos habíamos olvidado. Al menos para esto ha servido el soberanismo catalán, para recordarnos que somos libres e iguales.
Podríamos haber sido de cualquier otra forma; pero somos así. Libres para ser mejores o para evitar ser peores. Libres para pensar, para crear y para sentir. Y libres contra la estupidez, la destrucción y la superstición. Somos iguales en derechos y obligaciones, nos dice la Ley. Iguales para ser diferentes e iguales para ser libres.
Somos libres e iguales por ser hombres y por ser españoles y europeos. En lo espiritual y en lo político, por ser hombres y españoles y europeos, somos libres e iguales. No a pesar de ser españoles, sino por ser españoles somos libres e iguales.
Somos libres e iguales porque así nos lo garantiza una Constitución, unas leyes, unas Cortes, unos tribunales, unas fuerzas coercitivas, un Estado.
Somos libres e iguales porque así hemos querido reconocernos. No hizo falta ninguna decisión aquel día de diciembre de 1978. Ya había habido demasiadas decisiones en nuestra historia. Interpusimos la Constitución entre nosotros mismos y ella. Nos atrevimos a ser demócratas y a convivir con el otro. Somos libres e iguales no por ningún derecho a decidir, sino por nuestro derecho a discutir.
Somos libres e iguales, es lo que gritaban los revolucionarios franceses mientras se ahogaban en la sangre de la guillotina. Libertad e igualdad, una voz de la izquierda. Ahora el escándalo no está tanto en que nos diga que lo somos una rubia del PP, está en que no nos lo digan los otros. Somos libres e iguales, ya no es una cuestión de ideología, es una cuestión de principios.
Somos libres e iguales. De mil formas han podido explicarlo diferentes teorías de la política. El hecho es ese, que lo somos. Forma parte del misterio del hombre. Ahora se nos exige que nos garanticemos aquello que nos permite reconocernos libres e iguales. Es nuestra responsabilidad, porque democracia es responsabilidad.
Democracia es respeto al Derecho, protección de la minoría, garantía de ciudadanía. La ciudad hace libres a los hombres. Sin ciudad no hay ciudadanos, hay masa. La masa puede inundar las calles pero no puede dictar las leyes.
La democracia se degrada a vulgar mayoritismo cuando se pone al servicio de los excesos emocionales. De las mayorías pueden surgir muchas cosas; pero no necesariamente tiene que surgir de ellas ni lo bueno, ni lo justo, ni lo verdadero. Democracia es decir que el soberano es el pueblo. Cuando se quiere dividir a ese pueblo se quiere trocear al soberano y cuando se trocea al soberano se destruye la democracia.
Si decimos que la amenaza es contra nuestra libertad y contra nuestra igualdad es porque se pretende destruir lo que nos garantiza estas cosas. No se trata de defender una España esencial, ni de imponer a los catalanes nada. Se trata de defender la garantía del Estado de Derecho.
Por eso que mejor respuesta a los que quieren dividir que decirles que somos libres e iguales. Libres e iguales para respetar la ley, libres e iguales porque respetamos la ley. En eso se fundamentan nuestros derechos. La transgresión de la ley que pretende Mas lesiona la libertad y la igualdad de los españoles y de los catalanes. De los catalanes porque los convierte en una excepción, los saca de la ley para conducirlos a donde están las tinieblas. De los españoles porque descompone nuestra convivencia.
La manera en que Cataluña quiera ser Cataluña afectará irremediablemente a la manera de ser de España. Nada pueden hacer la una sin la otra. En nada se pueden contentar la una a la otra si esto excede el marco legal. De norte a sur, este país está repleto de leyes, unas mejores, otras pésimas. Pero si nos las saltáramos no seríamos capaces de resistir los vientos que se abatirían contra nosotros.
Lo que se disputa es el auténtico valor de la ley. Porque la ley será siempre el refugio del débil, mientras que el “derecho a decidir” va camino de convertirse en el arma del más fuerte. Somos libres e iguales y nada ni nadie va a cambiarlo.
Artículo publicado en IDEAL de Granada, 11 de noviembre de 2014.