Se busca Gobierno. Razón: aquí.

No hay nada como que aparezca una adversidad o un fenómeno que altere la normalidad de ese aburrido régimen político -que son las democracias consolidadas- para que los ciudadanos conozcan si están bien gobernados, o no; si se sienten protegidos y amparados por quien ostenta la responsabilidad pública, o no.
Desde que se inició la etapa democrática a fines de los setenta de la pasada centuria, sucesivos Gobiernos se han visto involucrados en graves acontecimientos que han perturbado seriamente la convivencia ciudadana, a los que han tenido que hacer frente. Así, el inolvidable presidente Adolfo Suárez tuvo que hacer -con éxito- la Transición y pechar con un golpe de Estado militar (23.2.1981). Las cámaras de televisión, sitas en el Congreso, atestiguaron, de manera indubitada, su valentía, arrojo y determinación ante los golpistas uniformados, igual que su Ministro de Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado.
En su breve mandato, el presidente Leopoldo Calvo-Sotelo tuvo que restaurar la autoridad democrática, asegurar el cumplimiento de las condenas de los insurrectos al poder civil, llevó España a la OTAN (1982), hizo frente al naufragio de UCD, su partido, enfrentó fracasos electorales, pretendió racionalizar la construcción del Estado Autonómico con la aprobación de la Ley del Proceso Autonómico, y trató de solucionar importantes desajustes económicos pese a su fragilidad parlamentaria.
El presidente González tuvo que vérselas con la ardua y espinosa reconversión industrial, con las laboriosas negociaciones para ingresar en la Comunidad Europea (12.6.1985), encarar complejos problemas suscitados por la expropiación de Rumasa y modernizar las estructuras administrativas, económicas y sociales de la España de entonces. Lo consiguió.
Nada más acceder a la presidencia del Gobierno, José María Aznar se enfrentó a los problemas de la crisis económica y social heredada de González, a la desmesurada protesta y hasta acoso provocado por el hundimiento del “Prestige”, con las calles encrespadas contra su gestión. Por último, no olvidemos que tuvo que hacer frente al atentado más monstruoso que se recuerda: el 11-M, con casi ¡doscientos muertos!, lo que motivó un giro del cuerpo electoral que hizo perder al PP las elecciones generales, determinando el ascenso a los cielos gubernamentales de Rodríguez Zapatero.
Este socialista permaneció dos Legislaturas (2004-2011). La gestión de la crisis financiera importada, que asoló España desde 2008, y que persistió durante todo su gobierno, representó un desastre. Toda medida económico-financiera que arbitraba era más disparatada que la anterior, y todas fracasaron. De su mandato sólo se salva la ampliación del catálogo de ciertos derechos civiles y… la UME.
A Mariano Rajoy hay que reconocerle mérito notable al conseguir encauzar la destrozada economía recibida y colocarla en el sendero del crecimiento. Prueba la que tuvo que pasar con los ‘referenda’ separatistas ilegales de Cataluña del 2014 (Artur Mas) y 2017 (Carles Puigdemont), y la posterior declaración de independencia (27.10.2017). El 1 de Junio de 2018 es descabalgado del Gobierno merced al inesperado e inesperable éxito de una moción de censura, constitucionalmente no constructiva, que interpuso el PSOE con el acompañamiento de la llamada “Oposición Frankenstein”.
Desde esa fecha tenemos a Pedro Sánchez en la Casa del Gobierno. Dilató año y medio la convocatoria de elecciones generales, incumpliendo su inicial promesa. Durante este periodo se dedica a gozar del poder, a exhumar el cadáver del general Franco y a preparar unas nuevas elecciones que le depararan un mayor número de escaños. Fracasó en este intento.
En Enero de 2020 pasma con un imposible emparejamiento con un líder comunista atorrante, rezumante de odio, autoritario y experto en la misión de dividir a los españoles: “los de arriba”, “los de abajo”, “la casta”, “los ricos”, “los poderosos”, “autodeterminación”, “nación de naciones”… Este es el bagaje argumental del socio podemita. Con esa impedimenta, la despensa, vacía.
Y repentinamente se presenta la pandemia coronavírica. Sánchez, obligado a reconocer su propagación. Cuantiosos fallecimientos. Se declara el confinamiento general. La gestión de la crisis sanitaria, pésima. Se sacrifican libertades solapadamente, como el control de las redes o la información oficial como única fuente. En Junio, Sánchez proclama la derrota del microbio. En Agosto, comienza la curva a subir. Entonces, veranea. No asume ninguna responsabilidad. Inventa la “cogobernanza” (?). Abandona la batalla en manos de 20 Administraciones. Confederaliza la atención sanitaria, anticipo de una España “plurinacional”.
La situación empeora. El desamparo aumenta. La vacunación encalla. Cobra fuerza la idea de que los ciudadanos estamos solos ante el enemigo pandémico. Crece el sentimiento de que los españoles, indefectiblemente, necesitamos un Gobierno, otro Gobierno. Se busca.