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Sánchez no es Suárez

La mayor impostura es querer dirigir y gobernar a los hombres sin tener el talento suficiente para ello” (Sócrates).

Adolfo Suárez en 1977/Hulton.

       Cada cual es prisionero de su personalidad. El actual  presidente del Gobierno, en la primera etapa de su insólito mandato (junio 2018-diciembre 2019) ha desarrollado una actividad tendenciosamente ideologizada en lo político (inmigración, exhumación de Franco…) e indisciplinada en lo económico (los “viernes sociales”…). Cada semana, el Consejo de Ministros abría el grifo del gasto y alegremente aumentaba la deuda y el déficit de nuestra Hacienda. Todo parecía de color rosa. Y muy fácil.

       El engendro de Gobierno constituido con Podemos (y con apoyo de otras fuerzas anticonstitucionales) se las prometía felices hasta que se cruzó el cisne negro del coronavirus. Como consecuencia del enorme gasto añadido por la lucha contra el agente patógeno y las negras perspectivas que se vaticinan para nuestra economía y el empleo, las cuentas del Estado arrojan hoy, y para el futuro, un saldo espeluznante.

        El Gobierno asume ya que no puede encauzar en solitario tal desbarajuste económico; que necesita apoyos de la oposición, la constitucionalista, la única leal que le puede ayudar. Pues bien: a alguien se le ha ocurrido acordarse de los Pactos de La Moncloa (25 de Octubre de 1977), cuando era presidente del Gobierno aquel valioso político que fue, para bien de España y los españoles, Adolfo Suárez.

      Unos Pactos, con todas las fuerzas políticas, que posibilitaron alcanzar tres grandes objetivos: rechazo de la ‘ruptura democrática’ como arma política; compromiso por una ansiada recuperación económica; y que todos asumieran la Constitución que se estaba preparando (Javier Tusell, “Franquismo y Transición”, Espasa-Calpe, 2004, pp. 599-600).

      En un ejercicio de responsabilidad política desconocido en nuestra Historia, Suárez logró, con la inmensa mayoría de las fuerzas políticas (algunas venían del exilio) y agentes sociales (excarcelados algunos), esos Pactos que hicieron posible la Transición y un altísimo respaldo para la vigente Constitución.

         Empero hoy no es como ayer. Ni Sánchez es Suárez. El abulense era una persona que concitaba simpatía popular, no rechazo. Irradiaba carisma, no desconfianza, y sí credibilidad. Pudo así atraerse a la oposición de izquierdas y a los nacionalistas, tanto del interior como del exilio, y ser respetado, a la vez, por los ‘reformistas’ del franquismo.

        Resolvió grandes problemas (“de la Ley a la Ley”) y superó enormes dificultades (de una dictadura a una democracia) en soledad, la soledad del hombre elegido en una hora histórica para emprender una gran obra política, duradera y positiva: la Transición. Un estadista, en definitiva. Un político con coraje, valiente. Y leal con quien le encomendó la gesta: el Rey. Un responsable público resuelto a ganar las libertades y la democracia para su pueblo. Sin palabrería ni hojarasca. Más tarde, cuando comprendió que no era útil para los españoles, sino más bien un posible estorbo, abandonó sin ruido su sillón presidencial -como se van los grandes hombres- y se apartó de su responsabilidad una fría tarde de enero de 1981.

       Para conseguir todo lo que logró, y fue mucho, Adolfo Suárez tuvo como interlocutores a todos. Aguantó muchos desaires, e injustas críticas, y también deslealtades. Apareció en los Medios -improvisadamente, a veces- con humildad. Con un discurso persuasivo, ilusionante, ganando el futuro, invitando -a todos- a la tarea común, empeñando su palabra (de oro: “puedo prometer y prometo”), y cumpliendo. Lo que decía era verdad y posible, como así fue.

    Con esas singulares virtudes que adornaban a la persona y al político de Ávila -escasísimas en nuestra atribulada historia-, es un puro sarcasmo hablar hoy de reeditar los Pactos de La Moncloa con el izquierdista radical y ególatra Pedro Sánchez y sus socios: el neocomunista, entregado a los placeres burgueses, Iglesias, y los separatistas y filoetarras. Vano intento: ni Sánchez es Suárez ni estos políticos son aquellos. 

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

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