Nuevas viejas promesas

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
Confieso que me quedé perplejo la pasada semana cuando, en la presentación de la veterana candidata socialista a la Junta de Andalucía, Susana Díaz, oí a Pedro Sánchez prometer -una vez más- que aprobará un plan de empleo especial para Andalucía. Y se quedó tan tranquilo.
No hay en ello, en ese mensaje, en esa promesa, absolutamente nada nuevo. Yo afirmaría que en los cuarenta años que el Partido Socialista lleva gobernando Andalucía no ha habido un solo año, ni una sola Legislatura, ni una nueva Ley del Presupuesto para Andalucía, en que no se haya prometido crear empleo, ni han dejado de elaborarse planes de empleo con el resultado que conocemos: Andalucía es la Región de España que arroja el mayor porcentaje de desempleados y uno de los territorios europeos con más alto número de parados.
He aquí, pues, que el nuevo líder socialista, y recién estrenado presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, no tiene empacho en prometer un plan especial para Andalucía como fórmula mágica de creación de riqueza y trabajo, olvidando que los Gobiernos no son los que emplean sino la iniciativa privada, si se le ofrecen las condiciones para ello.
Tras cuarenta años seguidos del mismo gobierno, es decir, tras cuatro décadas de gobierno monocolor, que ha terminado creando lo que se llama un régimen político, al que no le falta ni siquiera la característica de una monumental corrupción, en lugar de entonar el “mea culpa”; en vez de intentar hacer un balance y autocrítica, nos encontramos con la presentación de una candidatura a la Junta en la que se oye la misma cantinela, el mismo discurso complaciente y las mismas bienintencionadas promesas de progreso, bienestar y trabajo para los andaluces.
Ya nadie cree en esto. Y ni siquiera la Administración andaluza hace balance de situación ni tampoco autocrítica. De nuevo encaramos las elecciones bajo esa célebre filosofía apocalíptica de: “yo o el caos”, como en el franquismo.
Retorna el estribillo “Andalucía está bien, pero la vamos a mejorar”. Así un año y otro. Así una Legislatura y otra.
Ahora suenan tambores de campaña electoral. Decía un pensador clásico que el ciudadano de un Estado democrático sólo era libre cuando acudía a votar, momento que coincide con el llamamiento a las urnas liberadoras.
Solo quien tiene interés espurio en el continuismo puede defender éste.
Pensemos, por tanto, nuestro voto. Pensemos en el interés general, no en el interés partidista. Antepongamos el progreso y el avance de nuestra tierra, Andalucía, y no los oscuros intereses que justifican la continuación del mismo partido, de la misma ideología, desde 1978.