No todo vale

(Comentario Onda Cero, martes 16 Mayo 2023)
El jueves pasado los españoles conocimos la noticia de que el Bildu, el partido heredero de la banda terrorista ETA e increíble socio del Gobierno de España, ha incluido en sus listas electorales a antiguos terroristas.
Varias cosas se desprenden de tan vomitivos hechos.
La primera reflexión es que no podemos dejar de acusar a Pedro Sánchez -y al actual P.S.O.E. que lo tolera- de dañar nuestro sistema democrático, al urdir una coalición gubernamental -extrema y radical- que ha alumbrado un engendro de Gobierno apoyado en formaciones enemigas de la nación española, y que diariamente se cobran un alto precio por sostener a Pedro Sánchez en su poltrona.
La segunda reflexión es que se humilla a la sociedad española y especialmente a las víctimas, al tener como representantes públicos a antiguos terroristas, muchos de ellos asesinos de inocentes compatriotas, a quienes el odio y la intolerancia segaron sus vidas para siempre. Bildu, con la connivencia de Pedro Sánchez, escarnece ahora a las víctimas premiando a antiguos terroristas con la inmerecida dignidad de un cargo público. Repugnante.
Empero aún hay un reparo mayor que hacer a Sánchez: es la inmoralidad de gobernar el Estado con formaciones políticas indecentes, como es Bildu, brazo político del mundo de ETA; y como E.R.C., cuyos dirigentes dieron un golpe contra el Orden constitucional y fueron condenados por sedición. Todo lo anterior es, en mi opinión, políticamente aberrante y moralmente rechazable.
Desde que Pedro Sánchez, desleal con sus votantes, formalizó con Podemos una coalición, he sostenido que, política e institucionalmente, nada bueno podía traer esta peligrosa amistad. Pero los pasos posteriores dados por Sánchez, aliándose con Otegi y Junqueras, aumentan su error político y su pecado ético.
Es inmoral que el titular de un Gobierno democrático tenga como socio a un partido político heredero del terror de ETA. Un gobernante demócrata, si no dispone de los votos para gobernar que le permitan una mayoría, llama a las urnas, convoca al pueblo, para que éste sea quien decida como soberano que es. Esta sería la conducta política y ética sensata. Y la misma inmoralidad puede afirmarse de los vergonzosos pactos de Sánchez con los dirigentes sediciosos de E.R.C. No todo vale para mantenerse en el sillón presidencial.
Los gobernantes demócratas no sólo han de observar el más escrupuloso respeto a la Ley y al Estado de Derecho, sino también a los principios y reglas que exigen la ética y la moral.
Una democracia que tolera que en sus listas electorales vayan candidatos con las manos manchadas de sangre o cuyo Gobierno se sostenga por separatistas y sediciosos, no es una democracia limpia y, en consecuencia, no merece la pena vivirse.