No es esto, no es esto

Considerando la salud de nuestra democracia y recordando a nuestro gran filósofo del siglo XX, José Ortega y Gasset, podemos recuperar aquello de “No es esto, no es esto”. Porque una cosa es la democracia y otra el radicalismo de izquierda que la coalición sancho-podemita ha impuesto en la política española.
Democracia es el sistema político en el que los gobernantes respetan escrupulosamente la Ley Fundamental del Estado, la Constitución. Y la respetan sin reservas.
Democracia es cuando se guardan las formas, los procedimientos. Democracia es un régimen de transparencia, de honestidad. Un régimen de responsabilidad, en el que gobernantes y gobernados se someten al imperio de la Ley, respetan la separación de Poderes y cumplen y hacen cumplir la Constitución, norma que corona el Ordenamiento jurídico.
Democracia es responsabilidad, es libertad. No es el reino de lo arbitrario. Ni de la mentira. Ni de las trampas. Ni del lucimiento personal. Es el régimen de la verdad, del juego limpio, del interés general. Es el régimen del respeto al frágil equilibrio de los Poderes públicos.
Es el sistema político en el que la figura del Juez cobra un significado supremo, pues en la democracia el Juez es el garante de los derechos y libertades, el árbitro que resuelve los conflictos, cuando los haya, entre el interés público y el privado.
Si un Gobierno incumple las reglas de la democracia, no es un Gobierno democrático. Si se aleja de los parámetros democráticos, cae en la demagogia. En tanto que la democracia es el gobierno de las Leyes, no de los hombres.
El actual Gobierno es una anómala coalición conformada y/o apoyada por formaciones políticas anticonstitucionales y, si me apuran, hasta antiespañolas. Buena parte de quienes la sostienen se declaran abiertamente enemigos de España y de su Estado.
Un Gobierno así incumple el primer deber que es cuidar -y acrecentar en lo posible- la herencia política recibida de siglos.
Si constatamos su partidismo exacerbado, su pulsión radicalista, su clientelismo descarado y su ideología excluyente -que favorece a unos y anatematiza a otros-, es un Gobierno que provoca polarización y, con ella, odio y revancha.
La situación que describo, pues, no responde al nombre de democracia: el Gobierno se transforma, en este caso, en una simple máquina de poder autocrático, en cuyo marco la libertad desaparece, la justicia palidece, y nace un régimen político injusto y tiránico.
Con estos antecedentes, no cabe duda de que estamos ante una mala hora de la democracia española. Urge enviar a nuestra clase política el mensaje de que debe tomarse en serio la Constitución.
Por ello, con Ortega y Gasset, podemos decir: no es esto, no es esto.