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Mariúpol

Vecinos de Mariupol se reúnen cerca de un edificio derruido durante la invasión rusa de Ucrania, a 18 de abril de 2022.Foto: REUTERS/Alexander Ermochenko

      Las guerras, con su corte de miseria y crueldad, generan a veces páginas épicas en las que destacan los valores y sentimientos humanos más puros y nobles que se ponen a prueba. Valores como el patriotismo, la heroicidad, la entrega o la abnegación surgen y se practican en las guerras y hacen que no abominemos con carácter absoluto del género humano.

     En ocasión de la injusta invasión de Ucrania, llevada a cabo despóticamente por el dirigente de la Federación rusa Vladimir Putin, estamos conociendo hechos y acontecimientos que hablan de la valía y sublimación del pueblo ucraniano en la defensa de su patria contra la opresión y la iniquidad. 

    Está el Ejército ruso cometiendo excesos contra la población civil ucraniana que rayan en crímenes de guerra y en actos contra la Humanidad. El desequilibrio de fuerzas a favor de Rusia convierte en héroes a los patriotas ucranianos que defienden -al precio de su vida y hacienda- la independencia y soberanía de su patria. 

     La injusticia de la agresión rusa, impulsada por un odioso Putin, da fuerzas a la población ucraniana, comandada por un revelador político, de profesión actor cómico, y de apellido Zelenski, que ha sorprendido al mundo por su coraje, entrega, y resistencia frente al coloso ruso.

      Símbolo de esa resistencia, mezcla de heroísmo y virtud, es la ya célebre y asediada ciudad ucraniana de Mariúpol, población portuaria del sur, de cerca de medio millón de habitantes, otrora bello y fabril núcleo urbano, y hoy destruido y reducido a escombros por la barbarie de Moscú.

    Sin embargo, Mariúpol resiste. No quiere someterse a la bota militar del nuevo zar postsoviético. Resulta espeluznante oír las crónicas de los pocos periodistas que se arriesgan a andar por allá, y la imagen de una ciudad en la que ya no se reconocen calles, edificios ni viviendas. Todo ha sido arrasado por un invasor en nombre -no sabemos todavía- de qué razones, aunque las adivinamos: expansionismo, imperialismo, y ejercicio de la fuerza bruta del más grande. 

     Mariúpol es el símbolo de todo ello y así quedará para la Historia, a la vez que Putin entra en ella por los peores títulos, como frío asesino, como psicópata al frente de una potencia militar con armamento nuclear. 

    La gesta de los habitantes de Mariúpol, negándose a la rendición y luchando por su ciudad, vida y cultura, debe recordarnos a los españoles otra feroz resistencia, la de los habitantes del pueblo soriano de Numancia en la España celtibérica. Los numantinos decidieron suicidarse antes de ser capturados por los romanos. Añadamos brevemente los casos de Guzmán el Bueno, el Alcázar de Toledo o el asedio al Santuario de Santa María de la Cabeza, en Jaén.

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

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