Los huesos de Franco y otras martingalas

Si a mí, como espectador de la Transición, me hubieran asegurado entonces que 41 años después de esa proeza política estaríamos hablando del dictador y ocupándonos del destino de sus huesos y su sepultura, no habría dado crédito a este triste y equivocado panorama.
Lo he dicho en todas las ocasiones en que he tratado el tema. Padecimos una cruel guerra civil y, como tal, ambos bandos cometieron las peores acciones que la mente humana puede imaginar.
Los españoles de aquella desgraciada generación no se entendieron, y optaron por la peor de las decisiones: matarse. Todos fueron, pues, culpables, y todos fueron, paradójicamente, víctimas. Y todos tienen, por tanto, el derecho a la reparación y a honrar a sus familiares desaparecidos. Esto parece evidente y claro.
Lo que ya no lo parece tanto, y más bien representa una anomalía en la segunda década del siglo XXI, es que los españoles hayamos instaurado, como debate público, una especie de recuperación del guerracivilismo; que hayamos regresado al pasado, y estemos, una vez más en la Historia, tirándonos los huesos de los muertos a la cara; ahora, principalmente, los del general Franco.
Resulta sorprendente que un presidente del Gobierno en funciones con aspiración a ocupar en titularidad La Moncloa, y su partido político, el actual PSOE, dispongan, como proyecto más sobresaliente, remover los huesos del ‘Generalísimo’ y agarrarse de los pelos con sus deudos en los Tribunales.
¿Cómo es posible que el debate político hoy esté centrado en este macabro -y estéril- tema? ¿Qué de positivo se puede sacar de él? ¿Cómo es posible que estos inasequibles enterradores del franquismo no reparen en que, desde el punto de vista político (que es el que interesa), Franco y su obra fueron enterrados merced al gran pacto nacional de la Transición y, sobre todo, con la aprobación popular de la Constitución de 1978, que, repitámoslo, instauró un sistema político diametralmente opuesto al del dictador, un sistema libre y democrático?
¿Cómo se puede estar alimentando a la altura de 2019 este falso e interesado debate político, y afirmar, desde la tribuna de Naciones Unidas, que “hoy se ha cerrado el círculo de la democracia en España”? Entonces, ¿qué régimen político hemos tenido en los últimos 40 años?
¿Tienen razón los separatistas catalanes, que llevan años difundiendo la falacia de que España no es una democracia fiable? ¿Qué estupidez es esta?
Resulta increíble que quiénes no vivieron bajo la bota de Franco (en efecto: Pedro Sánchez tenía entonces 3 años) sean los más irreconciliablemente antifranquistas.
Cabe seguir preguntándonos: ¿se estarán utilizando los huesos de Franco como martingala de distracción y para cosechar votos?