•  
  •  

Lo que Clinton se perdió

Huetor Vega

       Cuentan las crónicas que los anfitriones granadinos del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, le presentaron el atardecer sobre la Alhambra como “la puesta de sol más bella del mundo”. Y así es. 

     Sin embargo, lo que nadie le dijo al mandatario norteamericano, y todo el mundo ignoró, fue que detrás del monumental macizo de la Alhambra que contemplaba se encontraba una singular villa granadina, de belleza sin par, que también le habría sorprendido y maravillado: Huétor Vega.

     No es adulación, pero la villa de Huétor Vega hubiera colmado de delicias al ilustre estadounidense. Habría que haberle traído a pasear por sus empinadas e irregulares calles, muy alejadas de las rectilíneas, kilométricas y deshumanizadas avenidas de Nueva York o de Chicago, trazadas sin gracia alguna. En cambio, las calles de Huétor Vega están hechas a la medida del alma humana: blancas, quebradas y empinadas; abiertas al sol, al aire, y al cielo azul de Andalucía. Casas pintadas de blanco sobre fondo verde de la Vega, los colores de la blanquiverde.

    Clinton debió venir a Huétor Vega. Debió acercarse a sus montículos y colinas, divisar la vega desde cualquier rincón del núcleo urbano, descansar sobre una silla de anea en cualquier portalón de cualquier casa, solariega o de labranza, beber un vaso de vino destilado de sus uvas generosas, probar una tapa de embutido o queso del país, o unas habas o alcachofas primorosamente cultivadas por los agricultores del término municipal. Clinton, y su comitiva, se perdió todo eso… y mucho más. 

    Tampoco conoció sus bares típicos, sus bodegas, su atractiva y contundente gastronomía, muy alejada de los sándwiches y de la mantequilla, cuando aquí, en Huétor Vega, se consume un aceite que se toma como medicina y es el secreto de la longevidad.

    Nadie trajo a Clinton a degustar los buenos platos de sus acreditados restaurantes. Nadie le dijo que en Huétor Vega tiene lugar la rara síntesis de conjugar vega, montaña y nieve. Nadie le enseñó ese barrio envidiado por otras ciudades y buscado por quien aprecia la calidad de vida, el buen aire y la naturaleza, como ofrece Los Rebites.

    ¡Pobre Clinton…! ¡Y él volvió a Norteamérica creyendo que lo había visto todo en Granada…! ¡Tan cerca como está Huétor Vega de Granada!…, como afirmaba todas las noches con esas mismas palabras Mari Carmen, la presentadora de la inolvidable e irrepetible sala de fiestas “Rey Chico”…

     Vivir en Huétor Vega. Tan cerca del campo y de la naturaleza; tan cerca de la urbe capitalina y del frenesí de las oficinas y de los ordenadores…

     Lo que te estás perdiendo, Bill… Tú en Norteamérica, y nosotros en Huétor Vega…

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

X