La tapadera

Señala María Moliner en su “Diccionario de uso del español” que “ser una tapadera es una cosa que sirve para encubrir o disimular algo”. Exacto. Esto es lo que sucede con la afirmación que ha hecho la socialista Carmen Calvo en un receso de las opacas e increíbles negociaciones que el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez lleva a cabo frenéticamente con los separatistas de ERC.
La vicepresidenta en funciones se ha permitido la lindeza de afirmar que “la situación que se vivió en Cataluña en el otoño de 2017 y la herencia que eso ha dejado es responsabilidad del anterior Ejecutivo del PP, que abandonó las vías de la política e hizo que Cataluña cogiera la deriva que finalmente tomó” (‘El País’, 22.12.19). No cabe mayor descaro ni mayor falta de respeto a la verdad que la que se contiene en esa lamentable afirmación. O la señora Calvo tiene mala memoria o mala fe, o considera estultos a los ciudadanos.
Por ello, conviene fijar brevemente los orígenes de la insurrección separatista catalana para sentar la verdadera versión que Carmen Calvo ignora u oculta cuando alude a la culpa del Partido Popular. Antes habría que manifestar que hay coincidencia en que existe disparidad de opiniones sobre las varias causas determinantes del famoso ‘procés’. No una sola causa. Entre ellas habría que señalar que el separatismo catalán (como todo nacionalismo excluyente) reverdece cíclicamente en la Historia de España cuando el Estado atraviesa períodos de debilidad, depresión o infortunio políticos. En suma, se recrudece en momentos de fuerte crisis política, económica o social. Para el nacionalismo identitario catalán, como para cualquier otro, cualquier argumento es bueno para “subirse al monte”.
Sin embargo, a nuestro entender, la herencia a la que alude la señora Calvo no la han dejado los ‘populares’, a los que su partido, el PSOE (más ERC, PSC e IC-EUiA, integrantes del primer tripartito de izquierdas), confinó a soportar un auténtico e ignominioso ‘cordón sanitario’ mediante el conocido “Pacto del Tinell”, ¿recuerda, señora Calvo? Así pues, la ‘herencia’ de la que usted habla encuentra su verdadero hilo invisible, muy por el contrario, en el malhadado ‘Estatut’ de 2006, “un empeño personal” de su compañero Pasqual Maragall (Joaquim Pisa, ‘El Obrero’, 26.7.18), con cuya consecución quiso dar satisfacción a ERC y a los sectores nacionalistas de los demás partidos más arriba citados.
El problema de este nuevo proyecto de Estatuto es que contenía disposiciones claramente anticonstitucionales (no ya inconstitucionales). Un texto que desbordó los límites de la Constitución. Lo mismo que Rodríguez Zapatero traspasó los límites de la prudencia política, exigible a todo alto mandatario, cuando en el mitin celebrado en el Palau Sant Jordi -el 13 de Noviembre de 2003- dijo ante una numerosísima concurrencia la frase que le sitúa, por mérito propio, en lugar destacado del catálogo de disparates políticos: “Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña”. Y de ahí el diluvio político que padecemos, señora Calvo.
Todavía hay otro botón más de muestra, infame y desleal, atribuible a su partido, señora vicepresidenta en funciones: “El 21 de Enero de 2006 una larga reunión en La Moncloa entre Zapatero y Artur Mas , en esa época máximo dirigente de CiU y muy alejado entonces de sus posteriores pulsiones independentistas, consumó el fraude al dar su aprobación los nacionalistas catalanes de derechas al texto cepillado y planchado por Las Cortes a cambio de algunas vagas promesas en materia de financiación, lo que provocó la ira de ERC, socio del Tripartito, y la desolación en el seno del PSC, una vez más abandonado por el PSOE a su suerte en aras a los pactos “de Estado” con la derecha nacionalista catalana” (Joaquim Pisa, cit.).
Como comprueba, señora Calvo, la historia es otra y no la que nos cuenta, tal vez porque en estas horas usted, su jefe de filas, Pedro Sánchez, y su partido se encuentran en unos angustiosos momentos en que, desde el punto de vista político, se la están jugando todo en una partida en la que sus compañeros de timba son harto tramposos y hasta peligrosos compañeros de juego. Tal vez por eso usted utiliza la tapadera del Partido conservador para, como decíamos al principio, encubrir o disimular la irracional, inexplicable y opaca ruleta rusa en la que están apostando con partidos enemigos de lo español, con el riesgo que tales socios suponen para el interés general de los españoles y la integridad territorial de nuestro Estado.
La suerte, pues, estaba echada. No fue obra solitaria del Partido Popular, más allá de presentar uno de los siete recursos ante el TC, a lo que tenía perfecto derecho. Para colmo, recuerde igualmente que, tras la STC 31/2010 sobre el ‘Estatut’, y tomándola como excusa, se levantó la oleada separatista con una gruesa manifestación contra el TC, a cuyo frente se situó, sorprendentemente, el representante ordinario del Estado en Cataluña, José Montilla.
Si nos encontramos ante procesos judiciales (lo que algunos impropiamente llaman “judicializaciónde la política”) es porque hubo políticos secesionistas que no respetaron las Leyes y terminan como cualesquiera otros delincuentes.