La libertad peligra en Europa

La Historia de Europa nos enseña que la libertad es una flor delicada: si se marchita, difícilmente puede volver a brotar.
Debido a nuestro trágico pasado de dos guerras mundiales, los europeos hemos aprendido que la libertad es un bien supremo, nuestra seña de identidad. En efecto, Europa renació de las cenizas por la libertad y defendiendo la libertad.
Sin embargo, a estas alturas no se comprenden dos fenómenos presentes en el panorama político europeo. El primero es la debilidad del liderazgo de la Unión Europea, cuya columna básica es indudablemente la libertad. Por eso extraña que dos socios de la Unión, Hungría y Polonia, estén transfigurando sus respectivos Estados en democracias autoritarias, en democracias iliberales, lo que pone a prueba el espíritu mismo de la Europa comunitaria.
El segundo fenómeno representa, ciertamente, un serio riesgo para la libertad y la seguridad del mundo occidental: es la reiterada derrota que han sufrido en suelo afgano imperios como el británico (1839, 1878/1880, 1919), el soviético (1979-2001), y, en nuestro tiempo, el norteamericano (2001-2021), junto a la Alianza Atlántica (OTAN).
Ahora, Estados Unidos, tras veinte años de guerra y casi tres mil bajas, se retira precipitadamente de Afganistán, dejando un país de estructura política débil y con un Gobierno que ha renunciado a defenderse de la barbarie talibán.
El legado que Occidente pretendía dejar allí -democracia y derechos humanos-, ha desaparecido en pocas fechas. Súbita y caóticamente, los norteamericanos se han retirado de Afganistán, y una extrema y radical secta islámica, los talibán, gobierna de nuevo. Afganistán vuelve a ser el nido de terroristas con el objetivo puesto en la sociedad occidental por ser ésta, libre, plural y avanzada. He ahí que, en adelante, Estados Unidos y Europa, el llamado mundo libre, puede temer legítimamente por su seguridad y libertad.
También llama la atención la debilidad, la ingravidez de la Unión Europea y la OTAN, que no han conseguido frenar la retirada de Estados Unidos ni evitar el fracaso en apuntalar en Afganistán un régimen político por lo menos lo más parecido a nuestras democracias y sistema de libertades.
Hoy podemos decir -con tristeza e inquietud- que de poco han servido tantos años de lucha, tantos recursos materiales invertidos y tantas vidas humanas perdidas como ha costado el proyecto de querer fundar en Afganistán una sociedad libre y democrática, lo más parecida a la occidental, en cuyo establecimiento España ha colaborado. De nuevo, nuestra libertad vuelve a estar amenazada. Empero con la particularidad de que, partir de ahora, Europa tendrá que defenderse por sí sola.
Sea como fuere, los españoles no debemos olvidar, por otra parte, al centenar largo de compatriotas muertos por defender la libertad y la cultura occidental en dura batalla contra el terrorismo. Honor y gloria a quienes entregaron su vida por nosotros.