•  
  •  

La corbata como chivo expiatorio

      El colmo de la demagogia y del populismo consiste en achacar a ese leve complemento de la vestimenta masculina, llamado corbata, el efecto de elevar la temperatura si se lleva, o de bajarla si se quita. Y el pueblo soberano, ¿se lo cree? ¿Cómo puede imputarse a una simple tira de tela alrededor del cuello el milagroso poder de subir la temperatura o bajarla? 

       El caso es que nuestro Gran Timonel -antes de irse a la Mareta a reponer fuerzas para enfrentar el otoño político inmediato- así lo ha recomendado, siguiendo el brindis al sol de otro Ministro socialista, Miguel Sebastián. La defensa de la pobre corbata la hizo entonces el ilustre socialista Pepe Bono, presidente del Congreso, que, disintiendo de la medida, le envió, a través de un ujier, una corbata de regalo, con el recado de que se la pusiera para representar adecuadamente los cargos que Sebastián ostentaba de Ministro y Diputado.

      Ha transcurrido una década de aquel vodevil parlamentario. Ante otra grave crisis económica, la izquierda vuelve a cargar contra la corbata. La izquierda enarbola la bandera de los desheredados del siglo XXI: los “sin corbata”. Y pregunto: ¿qué culpa tiene esa estrecha banda de tela del tan cacareado cambio climático? 

     La corbata ha sido siempre un aditamento que, elegido con gusto y a tono con un traje o una chaqueta, ha hablado bien de su portador. Una corbata, lisa, a rayas, estampada, de cuadros o lunares, bien combinada, resalta la personalidad del hombre, habla de su elegancia, y es un complemento realmente significativo de la imagen masculina. Incluso de la femenina, pues no olvidemos que hay un estilo del vestir femenino que, imitando a la  moda masculina, incorpora la corbata.

        Cuando los chicos entran en la adolescencia, hay dos cosas que hablan mucho de su madurez y masculinidad. Una es la máquina de afeitar, que por ahora no está prohibida. La otra, la primera corbata, que conlleva aprender a hacerle el nudo, grave misión que resignadamente asumen, comúnmente, los padres. La expectación será mayor cuando el hombrecito descubre que existen varios tipos de nudos, algunos, endiablados de aprender.

     Es en el mundo de la alta costura y de la moda masculina donde más se aprecia el valor de la corbata. Se la asocia a elegancia, a bien vestir, a confianza en sí mismo, a realzar un traje, una chaqueta, incluso una simple camisa.

    Hoy es tal la perversión de valores -y la majadería imperante- que se llega a mezclar corbata e ideología, de modo que si alguien lleva corbata, es conservador, y, si no la lleva, progresista. Por cierto, me gustaría que alguien explicara un día qué es ser progresista, y si de ello deriva algún portento.

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

X