La causa de la causa

En el ámbito del Derecho Penal, para determinar la imputación de un delito y exigir la correspondiente responsabilidad al actor, entre otras doctrinas figura la teoría de la causalidad, según la cual “el que es causa de la causa es causa del mal causado”. La fundamentación filosófica y jurídico-técnica de esta teoría se encuentra remotamente en Hegel y más cercanamente en Von Buri, Mezger, Antolisei, Zaffaroni y el español Gimbernat.
Este prólogo academicista quiere ser la justificación de una imputación -que voy a hacer a continuación- que explica muchas de las vivencias y hechos políticos que los españoles de hoy estamos experimentando, por no decir sufriendo.
En efecto, el tablero político español ha saltado por los aires desde el momento en que el llamado bipartidismo imperfecto -que venía rigiendo desde la Transición- ha cambiado por la emergencia de dos partidos situados en los extremos. Fundamentalmente son Podemos, ultraizquierda comunista, populista y antisistema, y Vox, formación que representa una derecha pura y dura, aunque respetuosa con el marco constitucional de 1978. Dejando a un lado, para nuestro análisis, a este último partido, fijémonos en Podemos y en su exaltado líder Pablo Iglesias Turrión.
Este ambicioso e incendiario político madrileño, con pretensiones, en el inicio de su andadura, de ocupar todo el espectro de izquierda y fagocitar al socialismo, nunca ha pasado de ser minoría, y puede que esté condenado a serlo permanentemente, para bien de todos. Su trayectoria electoral se encuentra actualmente a la baja.
Muchos ciudadanos nos hemos extrañado de la rapidez con la que este tóxico partido ha recorrido la distancia entre el bar de la “Facu” y La Moncloa para ocupar una vicepresidencia y cinco ministerios. Ni en los mejores sueños y previsiones Podemos se veía ocupando tales cargos en el Gobierno de España. Toda prospectiva política y electoral condenaba a este partido a ser siempre oposición. Oposición tan incómoda y nociva como Gobierno es. Hasta que Sánchez dejó de temer al insomnio y llamó a Iglesias a constituir, en enero de 2020, una anómala coalición que, más bien, es Cogobierno, Gobierno yuxtapuesto o, mejor aún, por los éxitos personales del podemita frente al socialista, Gobierno superpuesto: el de él. Y empezó la fiesta.
Fiel a su inspiración y raza de caudillo antisistema, el pirómano Iglesias ha enturbiado e inquietado, desde el Gobierno de España, toda institución pública y el sector privado. Ha establecido ignominiosas alianzas -junto a Pedro Sánchez- con separatistas, antimonárquicos y herederos de ETA, de los que alardea de haberlos integrado en la “dirección del Estado”. Se ha puesto al lado del autoritario Putin, en contra de la Unión Europea. Ha descalificado a la democracia española, en virtud de la cual él es Vicepresidente del Gobierno. Ha defendido la intervención de la información. Ha provocado, con su alineamiento con el infortunado pueblo saharaui, un conflicto con nuestro desconcertante e imprevisible vecino marroquí. Y, a través de Echenique, Podemos ha alentado los graves desórdenes de Cataluña. Como se comprueba, un socio fiable, con la mira puesta en la satisfacción del interés general y partidario de una sociedad libre.
Inasequible al desaliento antisistémico, preso de un espíritu redentor del pueblo de Madrid, ansiando liberarlo de la esclavitud y explotación de la infame presidenta Ayuso, Iglesias abandona La Moncloa para disputar la Real Casa de Correos de la Comunidad de Madrid, en cuyo territorio posee su modesta ‘dacha’.
A la altura de este escueto relato del ‘curriculum’ político de Iglesias (todavía miembro del Gobierno con despacho, coche oficial, escolta y vigilancia especial y reforzada ante su modesta propiedad de Galapagar), forzosamente incompleto por tratarse de una tribuna de opinión, cabe preguntarnos por la cuestión pendiente de a quién se debe o quién es el responsable de que Podemos, con Iglesias al frente, conforme el Gobierno de España.
Atendiendo a la teoría de la causalidad, según la cual “quien es causa de la causa es causa del mal causado”, no encuentro otro culpable que el Partido Socialista Obrero Español y su actual dirigente, Pedro Sánchez, creador del “sanchismo”, que, en lugar de pactar una ‘Grosse Koalition’ con el centro-derecha, ha preferido, por las razones que él sabrá, constituirla con una fuerza política disparatada, disolvente y corrosiva, como es Podemos y compañía.
En consecuencia, de las desgracias políticas que se deriven de la incompetente y arriesgada gestión del Gobierno, y de las que vendrán; de los efectos negativos y desfavorables para la convivencia entre los españoles; de la polarización y crispación desatada entre los mismos; y de la desestabilización política, económica y territorial, sólo hay un causante inmediato, que es Iglesias, y otro mediato, pero principal, que es Sánchez. Por lo menos, los clásicos hacían esa distinción, que aquí resulta adecuada y aplicable.