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Frivolidad insostenible

respuesta al artículo de Pérez Royo publicado en EL PAÍS, "Monarquía insostenible".

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León de la puerta del Congreso de los Diputados

Hace unos días El País le ha publicado al catedrático Javier Pérez Royo unas líneas bajo el título “Monarquía insostenible” que no deben quedar sin respuesta, so pena de contribuir, por pecado de omisión, a la decadencia intelectual que apoya siempre cualquier otra.

“Insostenible” admite dos sentidos: que algo no se puede sostener por fuerza natural, o que no se debe mantener por fuerza moral. Ninguno de los dos queda acreditado en el escrito del profesor Pérez Royo, por lo que aparece así otra acepción no ya semántica sino pragmática: la desiderativa, que confunde el deseo con la realidad y lo enmascara de hecho o de norma. Es pragmática porque la gente responde más a la reiteración mecánica incluso de un imposible que al razonamiento: la excitación del deseo ofusca el entendimiento (es la clave de la demagogia). Pero, más allá de aseveraciones contrapuestas, probemos que lo insostenible es lo que sostiene Pérez Royo.

Afirma el autor que la Monarquía decae por dos razones: la corrupción en su ejercicio, y el pecado original de su restauración a partir del régimen de Franco, a lo que aneja como tesis la ilegitimidad de nuestro actual régimen constitucional, por igual origen “podrido”. Y por dos veces invoca como “principio de legitimación” la democracia.

Ahora bien, Pérez Royo oculta que la corrupción no es vicio privativo de la Monarquía: basta consultar la historia más reciente para ver a los mandatarios de las Repúblicas francesa e italiana perseguidos por la justicia. ¿Estaría entonces la República “amenazada de extinción”, según la categoría científica tendenciosamente aplicada a la Monarquía, como si fuera un fósil privado de evolución hacia la democracia constitucional? Esta ceguera le lleva al absurdo de sostener que el objetivo de la Transición fue la “Restauración” de la Monarquía (con R mayúscula para evocar anacronismos), siendo la democracia un mero “instrumento”. Pero ¿qué sentido tendría tal restauración, si la monarquía parlamentaria no tiene función de gobierno?
Más grave que este contrasentido es el cuestionamiento de nuestra Constitución, cuya esencia no es la monarquía sino la democracia (de Derecho). Pérez Royo le niega legitimidad (a buenas horas mangas verdes) por provenir de Franco (todos seríamos corruptos por provenir de Adán; o los malos y los buenos lo son hagan lo que hagan). Pero con ello sostiene una contradicción, puesto que su alegato en pro de la legitimidad es la democracia misma. Pues, en cuanto al hecho, el citado profesor escamotea ahora que nuestra Constitución no sólo fue consensuada por todas las fuerzas políticas, incluida la izquierda, sino que fue aprobada por referéndum popular. Y, en cuanto a lógica o derecho, soslaya que la “democracia”, sin más, es tan equívoca como la “república” o la “monarquía” sin más, pues hay muchas clases. Y que la única legítima no es la plebiscitaria, asamblearia o “popular”, sino la “Democracia de derecho” en que el pueblo condiciona su arbitrio al principio de legalidad.

Pérez Royo juega con el equívoco demagógico desde el principio al afirmar que “el principio de legitimación democrática no puede estar encorsetado” y de nuevo cae en la contradicción al afirmar que la reforma de la Constitución no puede restringir este principio. Equívoco, porque una metáfora capciosa (“encorsetado”) no puede ocultar que el principio democrático tiene un límite que lo delimita y legitima: el Derecho, el principio de legalidad. Contradictorio, porque ¿qué valor tiene una Constitución cuya reforma admitiera cauces ajenos a la Constitución?

En fin, nos encontramos no ante un debate argumental, sino ante un desahogo insostenible que aleja a la ciudadanía de la racionalidad responsable en las cuestiones más graves. Qué pena de país. Nos duele España.

(*) J. RAMOS SALGUERO, J. Torné-Dombidau y Jiménez, Juan A. Maldonado Castillo, Teresa Tavera Benítez, José L. Navarro Espigares, José J. Jiménez Sánchez, A. Muñoz González, José I. Andrés Cardenete, R. Montahud Villacieros e I. Montero Tineo son miembros del FORO PARA LA CONCORDIA CIVIL de Granada.

Publicado en EL MUNDO-Andalucía el 9 de julio de 2014

Este artículo se publica en respuesta a la Tribuna del catedrático Pérez Royo publicada en EL PAÍS el día 27 de junio de 2014.

 

 

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