Extraña democracia
Sí. Extraña democracia la nuestra. Fue levantada con todos los honores y esperanza, con los más depurados fundamentos político-constitucionales, con la mejor Constitución de todos los tiempos, acompañada de éxitos envidiados por toda la sociedad internacional… Los españoles tocábamos el cielo con las manos.
Ahora asusta el panorama que sufrimos y tememos a nuestro alrededor. Como si puertas y ventanas se nos hubieran cerrado. No atinamos a salir de este fosco túnel, de este tiempo de inanidad, de mediocres que tienen cargos de responsabilidad o aspiran sin rubor a desempeñarlos.
Sin apenas darnos cuenta los españoles nos hemos colocado en un tiempo claramente insatisfactorio, en el que los valores humanísticos -que siempre han salvado al hombre de la degradación moral y el envilecimiento, tanto en el plano individual como en el social- han desaparecido o están en trance breve de ello.
No hay mayor y más clara prueba de lo que afirmo que pararnos a reflexionar sobre el anómalo lapso de tiempo que está transcurriendo para alumbrar un nuevo Gobierno que empuñe el timón del Estado. Y no hay mejor comprobación del grado de insania política que los españoles de hoy demuestran que poner atención a los medios informativos. Con su consulta se testimonia y se toma el pulso a la delicada situación a la que hemos arribado. Con sólo abrir un periódico o un telediario se descubre la cantidad de disparates que se leen o se oyen en boca de nuestra inefable clase política hodierna. Esa misma élite (intelectualmente depauperada) pelea y conspira con manejos y trampas que para sí hubiera querido el terrible ministro de la Policía Fouché (1759-1820). Todo para conseguir un imposible pacto de investidura, con un vergonzoso baile de entrevistas, declaraciones, citas y ruedas de prensa. Lanzados a un campeonato, a ver quién dice la ocurrencia más lerda o el engaño más sutil. Estos son nuestros políticos de hoy, en términos generales.
Es así como puede transformarse un movimiento pseudointelectual de activistas, populista y colectivizador, ‘Podemos’, en un partido político que quiere ser convencional, pero que no lo es. Y lo más asombroso: ha reunido, con sus afluentes, más de cinco millones de votos. ‘Podemos’, por sus orígenes, planteamientos, reivindicaciones y programa político, es un riesgo para la democracia.
Cada cual, en un sistema democrático y de libertades, puede votar lo que quiera. Por supuesto. Pero a cambio de esa libertad creo que es razonable exigirle, a quien ejerce su voto, que sepa lo que vota y a quién vota.
Nuestra democracia, en esto, es anormal. Creo que los votantes de ‘Podemos’ no son todos los ‘desesperados’ del 15-M, ni conocen el ideario político y programático de la formación acaudillada por Pablo Manuel y su corte. Como les sucederá a ustedes, tengo amistades que han votado a ‘Podemos’ sin conocer sus principios, sus objetivos reales, su bagaje programático, sus técnicas y sus subterfugios, sus conexiones y sus fuentes de financiación. Han votado por la seducción personal y comunicativa del líder de Somosaguas. Muchas de aquéllas me han confesado que lo prefirieron “porque no sabían a quién votar”; “para ver si “esto” alguien lo soluciona”. O lo más sorprendente e increíble: “Para que los “chorizos” devuelvan el dinero que se han llevado”. Democracia extraña la de estos electores, hechos y derechos, que confían a la zorra la guarda del gallinero.
Desconozco, naturalmente, qué va a pasar. Si, al fin, va a haber o no un acuerdo interpartidario para encontrar un ungido a la presidencia del Gobierno, que pueda formarlo. Pero nuestro caldo político es muy singular. Pone los pelos de punta, aun siendo calvo, la patente ambición de Pedro Sánchez tratando a toda costa, y al precio que sea, llegar a pactos con Pablo Manuel. Sorprende la absoluta exclusión que practica el líder socialista con el partido mayoritario, al que le ha vuelto la espalda terminantemente.
Y sorprende también que Sánchez confíe en una fuerza política que apoya a “asaltacapillas”, tiene claras conexiones bolivarianas e iraníes, es hermano de ‘Syriza’, defiende el separatismo (“derecho a decidir”), no firma el Pacto antiyihadista, lucha por la salida de la eurozona y de la UE, desea domeñar ideológicamente a los jueces, incumple su propio código ético de dimisiones, aparece imperturbable ante la prensa auto-nombrándose para los cargos de mayor rango y altamente sensibles en el organigrama ministerial de un Estado (Vicepresidencia, Economía, Defensa, Interior, Justicia, Exteriores y Territorio (“Plurinacionalidad”), confunde consumar una agresión con la libertad de expresión y se rebela contra las resoluciones judiciales.
Y lo último. El “cum laude” del desvarío: equipara al matón Bódalo con el grande y sublime poeta Miguel Hernández. ¿Es o no extraña nuestra democracia?