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España, un enigma político

España (1563)

Es tan difícil y compleja la cuestión de atinar con el ser político de España, es decir, lo que sea España desde el punto de vista de su conformación política, que, sin duda, la mejor palabra que puede cuadrarle a esa dificultad es la de enigma.

España es, en efecto, un enigma político, algo difícil de entender o interpretar. La Real Academia Española viene a ratificar el acierto del uso del término enigma para calificar políticamente a España cuando prescribe, en una segunda acepción, que enigma es “una realidad que no se alcanza a comprender o que difícilmente puede entenderse o interpretarse”.

Con todo nuestro dolor y desesperanza, España es un enigma político. Ya en el siglo pasado dos ilustres figuras de la historiografía española habían polemizado sobre el ser histórico de España a través de su notable producción bibliográfica. Fueron los profesores Américo Castro (1885-1972) y Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), con sus respectivas y conocidas obras “España en su historia” (1948) y “La realidad histórica de España” (1954), ambas del primero, y “España, un enigma histórico” (1956), del segundo. Tales notables investigadores sostienen puntos de vista diferentes sobre el origen histórico de España como nación. Es decir, no coinciden al señalar los factores histórico-políticos que dieron origen al nacimiento de España como nación.

La misma o mayor indefinición recae, todavía en nuestros días, en el terreno político. Analistas, intelectuales, juristas y politólogos discrepan sobre qué sea o deba ser España desde el punto de vista político y constitucional. Pareciere que España como Estado está en un permanente “in fieri”, en un constante devenir.

Bajo la Monarquía de los Austrias, España es un conjunto de reinos con algunas potestades propias pero con subordinación al monarca absoluto. Cuando accede al trono la dinastía borbónica con Felipe V (1700-1746) se cambia la organización del Estado y se adopta una decidida centralización, con supresión de los fueros particulares. Algunos historiadores consideran que España ya está conformada desde los Reyes Católicos (1492). No obstante los hay que sostienen que la nación española nace con la Constitución gaditana de 1812, en cuyo texto se encuentra ya la conformación política de un Estado y el reconocimiento de la división de poderes.

A partir del texto gaditano el constitucionalismo español emprende una agitada trayectoria en la que España recorre casi todas las formas de Estado que conoce la ciencia política, sin encontrar su Estación Termini. Los estudiosos resaltan así las consecuencias de inestabilidad constitucional; ausencia de una revolución burguesa; ser un país desarticulado y sin Estado; y una nación débil. Realidades todas ellas que condicionan la vida política de España. 

En efecto, nuestro país en su vida constitucional pasa por Constituciones progresistas y conservadoras. Por una Monarquía constitucional o limitada; por períodos de Regencia; por República, de corta y truncada duración por excesos cantonalistas (República federal de 1873) o por el “Estado integral” de la República de 1931. Tampoco faltan los golpes de Estado, los ‘pronunciamientos’, las dictaduras (1923; 1939) ni el alumbramiento de la democracia bajo una Monarquía parlamentaria y el modelo (que se creyó definitivo) del Estado de las Autonomías territoriales (1978).

En nuestros días, a los cuarenta años de la Constitución  de 1978, ampliamente descentralizadora, respetuosa de las identidades territoriales, culturales y lingüísticas existentes en España, sumamente garantista e inserta en el área del Derecho público europeo, recibe alternativas y propuestas en la ingenua confianza, a mi modo de ver, en el valor taumatúrgico de una reforma del texto de la Transición, pero (y aquí está el problema) sin saber lo que se quiere y cuál sería la solución ¿definitiva? (y van…) para la continuidad de España como nación y como Estado.

Efectivamente. Se habla de la España federal como solución; de la España confederal (así, los partidos nacionalistas en el mejor de los casos). Se afirma que España es plurinacional (sin que nadie traduzca, en términos políticos, esta naturaleza). Se habla con frecuencia de que España es “nación de naciones” sin explicar el significado de esta pretendida fórmula política y cómo se reflejaría en un texto normativo de alcance constitucional. No faltan tampoco ingeniosas propuestas de convertir una región de España, la vasca, en Estado libre asociado (Ibarretxe ‘dixit’, 2005). Y el ‘summum’, no ya de la discordia sino de la desconstitucionalización de España, lo ha representado la ‘declaración unilateral de independencia’ que los separatistas catalanes han perpetrado contra el orden constitucional vigente con la proclamación de la ‘República de Catalunya’.

Ante el desconcertante panorama descrito del ‘suma y sigue’ político, en el que nadie acierta a decir cómo se sale de este laberíntico ser político de España, y qué queremos hacer de ella, no resulta inadecuado que, desde luego, califiquemos el triste sino de España de enigma político.

 

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

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