Érase un país

Érase un país muy raro llamado España, donde la política era una asignatura pendiente. Un país en que, tras sufrir una República caótica, una Guerra civil y una dictadura militar de 40 años, al final, no obstante, reinó la sensatez. Ese momento fue allá por 1978, cuando todos se reconciliaron como hermanos y una ejemplar Constitución les deparaba libertad, paz y progreso.
Sin embargo, ése insólito país, heredero de viejos reinos medievales, que perdió aquel Imperio “donde no se ponía el sol”, hoy está destruyéndose por los peores virus políticos que puede padecer una Nación: el sectarismo y unos nacionalismos periféricos atávicos. Y España los está sufriendo brutalmente, con la notable particularidad (por eso es un país tan atípico) de que sus mismos gobernantes ayudan a engordarlos, de manera que se atreven a pactar con los enemigos de España para formar Gobierno. Fíjense si el país es anormal y sus dirigentes, también.
Por otra parte, se trata de un país que no aprende de algunas trágicas páginas de su Historia, manchadas de sangre. Un país que cíclicamente olvida su pasado y tiende al suicidio político.
Ese sorprendente país, antaño admirado, hoy pierde el tiempo y energías en estériles pugnas interpartidarias e, incluso, personales.
Es así como, en ese incomprensible país, ni siquiera se hablan entre sí los líderes constitucionalistas, que sumarían no menos de 219 diputados. No les importa que el país se vaya al garete; que la gente se empobrezca; que aumente el desempleo y que se hunda la economía. Estos gobernantes están en sus miserables cuitas políticas, en sus alicortas ensoñaciones de gobernación. Tampoco les detiene a estos partidos que una Comunidad autónoma, llamada Cataluña, logre al fin separarse del Estado. Tan ciegos están. Tan poco patriotas son.
Ahora, a los llamados socialistas se les ha ocurrido intentar una difícil, antihistórica y reaccionaria coalición de gobierno con una camada de rancios neocomunistas iluminados, antiguos asesores del golpista Chávez y del dictador Maduro.
Sorprende este país llamado España, pues hay que remontarse a 1936 para encontrar un Gobierno socialcomunista. Si Sánchez lo consigue es sumando apoyos de quienes quieren destruir el Estado: observen qué raro es este país. Por tanto, el porvenir político de España ya lo podemos adelantar: caos, pobreza, incertidumbre, pérdida de libertades, atraso y frentismo. Como se deducirá, no es la mejor fórmula para la paz y la estabilidad.
Sí, España es, de nuevo en la Historia, un país tan raro que no necesita enemigos externos para labrarse su ruina y autodestrucción. Basta dejar a los españoles en libertad un cierto tiempo y, atraídos como por un imán, inician el camino del declive y la demolición.
Sí, érase un país.