En política, mentir también es grave

Ha sido necesario conocer grandes casos de malversación de fondos públicos, y que estallaran grandes escándalos de desfalco a manos de dirigentes públicos, para que los ciudadanos, finalmente, censuren la corrupción y la declaren incompatible con el buen gobierno.
Hubo un tiempo en que la opinión pública era indulgente con la distracción de caudales públicos. Empero desde hace unos lustros, a la vista de los numerosos y graves casos de saqueo de las arcas públicas, la población ya condena a sus autores y a los partidos políticos en los que militan. Tan es así que los sucesivos Gobiernos han querido curarse en salud acometiendo reformas en la Legislación punitiva para agravar las penas a los corruptos.
El pueblo ya rechaza, pues, abiertamente, la corrupción. En las últimas convocatorias electorales los ciudadanos vienen “castigando” a los partidos con casos de corrupción; sustracción de caudales; u otras malas prácticas económico-financieras. Por ello estas formaciones se han visto apremiadas a tomar medidas ejemplarizantes y a endurecer la responsabilidad de esas indeseables conductas. Hoy puede afirmarse, por tanto, que la corrupción es rechazada y perseguida sin titubeos.
Sin embargo hay otra nefasta conducta, frecuente en nuestros políticos, que igualmente debe motivar el mismo rechazo que la falta de honradez en el manejo de caudales públicos. Me refiero a la mentira en boca de los políticos.
Los políticos, cuando faltan a la verdad, conculcan principios democráticos esenciales como los de confianza, probidad, transparencia y honestidad, que todo representante público está obligado a observar.
Lo mismo que se rechaza robar, tiene que rechazarse la mentira. Mentir es impropio de un cargo público, pues en democracia el político representa y actúa en nombre de todos. La mentira en política debe extirparse. Debe ser considerada inmoral y causa grave de deslegitimación e inhabilitación para desempeñar tareas públicas. Tanto como el otro pecado, la corrupción.
Sin embargo, a diario nuestros representantes faltan a la verdad. Nuestros políticos mienten con frecuencia y no en cuestiones baladíes, sino en asuntos serios y de trascendencia.
En este sentido, el candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, no sólo ha sido acusado de plagiar su tesis doctoral -que es una forma de mentir- sino que antes de las elecciones decía unas cosas, e inmediatamente después, otras, las contrarias. Pedro Sánchez ha mentido, pues no puede sostener blanco y negro a la vez.
Resulta por esta razón muy oportuno citar a Nietzsche, cuando dijo: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.
Así pues, señores políticos, la honradez no consiste sólo en no robar, sino también en no mentir.