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En España los amigos de Putin son Ministros

Putin al teléfono. EFE.

      No tengo obsesión ninguna contra el Gobierno. Por el contrario, es su actuación heterodoxa la que provoca que se hable de él.

      En la misma semana en la que Irene Montero pide una justicia feminista (en lugar de independiente e imparcial),  el Tribunal Supremo rechaza la legitimación de los representantes de los ciudadanos para la impugnación de los indultos arbitrarios y La Moncloa veta a la prensa crítica, la facción comunista del Gobierno, presa de nostalgia bolchevique, retoma la caduca consigna del “No a la guerra”, y en lugar de manifestarse contra el expansionismo de Putin, los comunistas del Gobierno levantan equivocadamente su pancarta contra las democracias occidentales.

     La posición de Podemos en la tensión con Rusia -en la que se ven involucrados EE. UU y la OTAN- revela claramente que los morados se alinean con las tesis del ‘Kremlim. Ello demuestra dos cosas: la primera, el disparate político que representa esta anómala cohabitación gubernamental auspiciada por Pedro Sánchez -a su mayor gloria y permanencia-. La segunda, la debilidad de un Gobierno, incapaz de cerrar filas en una cuestión de Estado, como es la política exterior. La consecuencia es que nuestros amigos lo saben. Pero nuestros enemigos, también. Mariano Rajoy diría que estamos ante unos políticos adolescentes.

     En efecto, a estos chicos inexpertos que se sientan en el Consejo de Ministros -por invitación temeraria de Pedro Sánchez, no lo olvidemos- tendríamos que explicarles, porque lo ignoran, qué efectos tiene para la firma de un Tratado internacional, como fue el caso de España para su ingreso en la OTAN en 1982, hace casi 40 años, cuando nuestros estupendos gobernantes todavía no habían nacido o andaban en el taca-taca.

     Este rechazo al cumplimiento de los compromisos de España y a la defensa de sus intereses geoestratégicos, suscita otra reflexión, y es que todos los Gobiernos, incluido el actual, han regateado recursos al Presupuesto militar español. Incluso Sánchez llegó a defender la supresión del Ministerio de Defensa. Hoy, en cambio, es el primero en mandar barcos y aviones al conflicto. Vivir para ver.

    El caso es que España, en relación a su peso internacional, debería disponer de unas Fuerzas Armadas con mejor y más moderno armamento. Sin embargo, lo que no va en armas se confía a la preparación de nuestros soldados, que, con su esfuerzo y sacrificio, suplen la carencia y antigüedad de nuestros medios militares de defensa.

     El problema se agrava cuando ha de añadirse que la población española carece de cultura de defensa y seguridad colectivas. En cambio, nuestros jóvenes sí saben a qué dedicarse los fines de semana.

     Por último, me pregunto qué pensarán nuestros militares -a miles de kilómetros de su casa y pisando nieve- cuando reparen en que sólo les apoya la mitad de su Gobierno.

    Indudablemente, España es diferente.

    Y ciertos políticos, también.

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

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