El soldado de Podemos
“El pánico de un movimiento comunista es equivalente al pánico de un golpe militar” (Manuel Azaña, 29 marzo 1936).
Una de las pruebas más claras y terminantes del disparate ideológico que es Podemos la tenemos en el pasmo que produce que quien fuera general del Ejército del Aire y jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) (2008-2011), Julio Rodríguez, sea hoy no solo un disciplinado hombre de Pablo Iglesias y un valorado podemita candidato a Diputado sino también el individuo presentado como futuro ministro de Defensa de España, si la Divina Providencia y los españoles no lo impiden.
Este hecho causa estupefacción. No solo a los ciudadanos de a pie, sino, muy significativamente, a los compañeros de armas del militar seguidor del credo podemita. Fe que supone la conversión al marxismo-leninismo más rancio, a la izquierda más extrema y descerebrada, a un colectivo antisistema, antieuropeista, contrario a la Alianza Atlántica y al euro, y, por el contrario, amigo de instaurar (mejor se diría imponer) un régimen político de corte bolivariano en los países del sur de Europa.
Razonable es preguntarse cómo es posible que un militar de carrera, con todos los controles que ha de superar, y el escrupuloso examen de su trayectoria personal y profesional que en todo caso llevan a cabo las autoridades civiles y militares, fuera promovido y nombrado para el más alto escalón de la carrera militar y alcanzara la jefatura máxima de la línea de mando, situándose a las órdenes directas de la ministra socialista de Defensa, Carme Chacón.
Cómo es posible que cuando se deliberara sobre su nombre para ascenderlo al generalato nadie alegara (por lo menos ninguna opinión contraria fue atendida) su falta de idoneidad por su tendencia filoanarquista y disgregadora de los cimientos del Estado; que nadie adujera su mentalidad de escaso anclaje en los principios y valores propios del Estado constitucional y democrático…
Ahora milita en un partido que es expresión de odio social. Revolucionario. Comunista. Partidario de celebrar consultas independentistas por doquier. Que comete la mayor de las incongruencias, al afirmar que es patriota y, a la vez, considerar que la mejor manera de servir a la unidad de España es… ¡darle la palabra al separatismo para que se pronuncie! Que padece una de las peores fiebres políticas, el populismo: ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos…
¿Cómo puede sentirse el ex general cómodo, como él afirma, con la posición de Podemos sobre ETA y su respaldo a Arnaldo Otegi? ¿Cómo un hombre hecho en la democracia, que profesionalmente ha crecido bajo la disciplina del respeto a los derechos civiles y políticos, puede pertenecer a una formación política que no condena la violación de éstos y se abstiene en la Resolución de la Eurocámara que pide liberar a los presos políticos en Venezuela?
¿Cómo es posible que el antiguo general sostenga que las consultas independentistas hay que hacerlas “porque vivimos en un sistema democrático”? ¿Cómo un profesional de esa categoría y rango puede padecer la confusión de escindir democracia y respeto a la Ley, y anteponer aquélla a ésta? ¿Desconoce que la democracia sin respeto al Ordenamiento jurídico no es democracia sino barbarie? ¿Cómo puede defender entonces las consultas secesionistas, si la Constitución no las admite?
Es sintomático que el orensano Julio Rodríguez fuera preferido por el presidente Zapatero para ocupar el puesto de ‘Jemad’. Es un nombramiento acorde con las peculiares ocurrencias y medidas que adoptaron sus Gobiernos. Medidas y ocurrencias que han tenido el efecto de dividir a los españoles, deslegitimar la Transición, introducir el pernicioso memorialismo guerracivilista y trazar, otra vez en la Historia, una raya entre españoles ‘buenos’ y ‘malos’. Fue un nombramiento en armonía con el talante largocaballerista del presidente Zapatero, una persona que inició, y lo ha conseguido, el indiscutible declive actual del PSOE.
Reflexionando sobre el particular, es legítima la pregunta de en qué manos ha estado la seguridad y defensa de los españoles bajo la jefatura castrense de Julio Rodríguez. Prueba de su “buen” hacer profesional fue cuando dio orden de dejar marchar con la recompensa a los piratas somalíes que secuestraron el buque atunero español ‘Alakrana’.
Pues bien, estimados conciudadanos, no es improbable que un día Podemos tenga acceso a La Moncloa. Si es así, ya sabemos quién puede ser el próximo ministro de Defensa del Reino de España (por cierto: Reino, ¿por cuánto tiempo?).
A este político, aspirante fallido a diputado por dos veces (no en vano fue paracaidista de profesión), me gustaría recordarle una grandiosa frase del que fue Almirante de la Armada española, Blas de Lezo y Olavarrieta (1689-1741): “Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden”.
Me daría por satisfecho que el hoy soldado podemita asumiera esa filosofía.