El preocupante autoritarismo de este Gobierno

Durante la Primera Guerra Mundial el Gobierno francés lanzó una campaña para alertar a la población del espionaje alemán. Su lema era: “Calle, desconfíe, sus enemigos le escuchan”. Hoy, en España, quien escucha es Pedro Sánchez. Y los enemigos somos nosotros, los ciudadanos: el Gobierno ha declarado la guerra a la libertad de expresión y a la libre información. El presidente siente alergia a la crítica.
Motiva tan contundentes afirmaciones la Orden ministerial que Carmen Calvo ha mandado publicar en un apartado rincón del B.O.E (5/11/20). Mediante tal disposición administrativa el Gobierno establece una censura, un control de los Medios para impedir lo que llama la ‘desinformación’.
Por de pronto, hay que subrayar que no corresponde a una Orden ministerial regular derechos y libertades, materia que la Constitución reserva exclusivamente a Ley Orgánica.
La Orden es, pues, abusiva y, en manos de esta coalición extremista, un indiscutible peligro para la libertad de información y expresión. No obstante, el Gobierno se refugia en la necesidad de atajar lo que él considera noticias falsas.
En adelante, según la Orden, una Comisión dependiente del Gobierno decidirá -sin intervención de juez alguno- qué noticia daña la seguridad nacional; si un Medio respeta el pluralismo; y qué debe difundirse y lo que no. Es el ‘Gran Hermano’ de Orwell. El ‘Ministerio de la Verdad’. En consecuencia, si no se remedia, las redes sociales, las opiniones, los mensajes, serán controlados celosamente por políticos y funcionarios a las órdenes de Moncloa.
Y conste que deben rechazarse las noticias falsas. Mas el problema es que Pedro es el campeón de la mentira. “Mentira eres tú, Pedro”, diría el poeta.
De esta manera, con la Legislación ‘memorialista’ Sánchez reescribe el pasado y con la disposición ministerial aludida impone la verdad oficial, o sea, la suya. Y así tenemos a un mentiroso compulsivo pretendiendo decirnos cuál es la verdad.
Ya durante la primera declaración de alarma, el presidente practicó una abstrusa censura. Recuerden cuando el general Santiago admitió que le habían ordenado perseguir la desafección al Gobierno, algo impropio de una democracia.
Debe preocuparnos el autoritarismo de este Gobierno, por tanto. La deriva autocrática emprendida. El autócrata aspira a controlarlo todo, a silenciar las opiniones insumisas y opositoras. Y la citada Orden es el torpe instrumento.
No hay día que Sánchez y su tropa no retuerzan la Constitución, que no acuerden decisiones propias de regímenes bananeros, con políticas abrasivas de las libertades y de la economía y que transforman la democracia parlamentaria en una democracia iliberal, hábitat político donde el sanchismo respira a pleno pulmón.
En la cosmovisión política del sanchismo, el Estado, la economía, la educación, la judicatura, el castellano, la salud… y hasta la verdad, sucumben, perecen.
Como el caballo de Atila, donde Sánchez pisa no vuelve a crecer la libertad.