El otoño que viene

Termina el mes de Agosto y parece que el mundo se acaba. Inauguramos el mes de Septiembre y se nos representa un tiempo nuevo, semejante a cuando estrenamos el Año Nuevo, en Enero.
La verdad es que el dato tiene importancia: todo un año de espera para un merecido descanso, para disfrutar de un paréntesis en la rutina vital y laboral.
Los nubarrones que se ciernen sobre el tiempo que nos ha tocado vivir, tercera década del siglo XXI, hacen entendible la preocupación del ciudadano y de las familias por el porvenir. En efecto, cabe vislumbrar ciertas adversidades, ciertos problemas que ensombrecen el panorama postvacacional y legitiman los temores y la inquietud.
En política exterior hay que prestar atención al norte de África, donde España tiene tantos y tan importantes intereses. El desarrollo de los acontecimientos en esta área geopolítica no permite generar tranquilidad ni confianza.
Todavía el ciudadano español no conoce por qué su presidente, a título personal, hizo el inesperado cambio en la cuestión del Sahara y cedió ante el Monarca marroquí sin recibir nada a cambio, excepto, eso sí, pateras llenas de inmigrantes, y sin arrancar -al autoritario gobernante alauita- el mínimo compromiso de respeto a la población saharaui y a la soberanía española de las ciudades de Ceuta, Melilla y otros territorios históricos.
Por otra parte, no es pequeño el problema de la existencia de una injusta guerra en suelo europeo, en Ucrania, desatada por el imperialismo de Putin. Esta guerra la tenemos muy cerca, y sus efectos negativos ya los estamos padeciendo: muerte, carestía de la vida, inflación, empobrecimiento… No es halagüeño el panorama otoñal en el continente europeo: padeceremos frío, escasez de materias primas y de componentes electrónicos, paralización de la industria, recesión económica…
Dentro de casa, en España, sólo un cambio de Gobierno alimenta la esperanza de poder embridar graves problemas políticos y económicos. Se han cometido muchos errores y están sucediendo muchas desgracias (pandemia, volcán, indultos, volantazos en política exterior, incendios, precios, economía desbaratada…) que ponen de manifiesto la ineptitud, la incompetencia, y la insoportable carga ideológica -divisiva y polarizante- del Ejecutivo sanchista, partido en dos. Un matrimonio de conveniencia con Ministros y Ministerios absolutamente prescindibles y que, para vergüenza ajena, se contradicen diariamente.
El tiempo que queda para las elecciones generales se va a hacer eterno. Sobre todo para la coalición sanchista. Vamos a estar en campaña electoral permanente, y los cheques-regalo de sanchistas y comunistas para sus seguidores van a ser, sin duda, frecuentes e inútiles. Hay que ganar votos, aunque los paguen otros a cargo del presupuesto público.
El verano se muere, desgraciadamente. Viene el frío, y la calefacción es un artículo de lujo.