El lila
Los atardeceres brumosos de octubre, con las sierras desvaneciéndose tras el brillo de las titubeantes farolas tempranas, invitan a ensoñaciones doradas.
Cataluña independiente. Bueno… Ellos se lo pierden. También nosotros. Quizás nosotros más que ellos… Pero ellos también saldrán perdiendo; aunque menos, quizás… Claro que, de lo perdido, saca lo que puedas. ¿Cómo sería una negociación? El patrimonio, las deudas, el censo, los que se quedan, los que se van. Es una especie de negociación de divorcio a lo bestia, pero sin hijos para el chantaje. O todos somos hijos que miran a un lado y otro en el desconsuelo para ver dónde agarrarse. O todos somos madres-padres-cónyuges primeros, segundos, o cónyuges primos.
¿Y si aprovecháramos el barullo para colarles algún marrón de matute? ¡Años y años para recordar sonrientes la gloriosa ocasión y mitigar el amargor! ¿Y si dijéramos, pongamos, “Vale, la independencia; pero os quedáis con Sánchez Gordillo y los Ruiz Mateos”?
Claro que, puestos a buscar choricetes incordios, ¿y los distintos tesoreros de los grandes partidos políticos y sus cómplices nacionalistas o izquierdistas? ¿Y los eres que eres y los cursos de los parados (pero en los que hay algunos que corren que no veas)? ¿Y los balonmanistas engominados? ¿Y los patriotas de pro, pero andorranos de sub? ¿Y las cajas de ahorros y sus tarjetas franciscas? ¿Y…?
Y cuentas y no paras.
Y Sánchez Gordillo con un carrito del mercadona. ¿Choricete? Lilón, más que lilón. Un carrito del súper, a repartir con los de barbas, chanclas y barrigas asomando bajo la camiseta, cuando podía tener masajes filipinos en el Palace, con chef, sumiller y gogó. Un lila es lo que es.
Unos lilas es lo que somos. Todos. Y viene de lejos: https://www.youtube.com/watch?v=2hy5ylHQqvg