•  
  •  

El día de Miguel Ángel Blanco

Miles-de-manifestantes-recorri_54323235163_51351706917_600_226

Miles de manifestantes en el Paseo de Gracia/ Álex Garcia/ lavanguardia.com

Yo creo que no hay que tenerles miedo a los héroes. En el tiempo de lo rápido, fácil y cómodo el vértigo se apodera de nosotros cuando se nos confronta ante la injusticia, la falsedad y el mal. Pero el héroe está ahí para hacernos incomoda esa posición intermedia donde nada se nos exige. “Dice verdad quien dice sombra” afirmaba el poeta Paul Celan.

A Miguel Ángel Blanco le arrancaron de su rutina los asesinos de la eta; pero la eternidad se cruzó entre la pistola y el inocente. Los etarras le sometieron a 48 horas de angustioso cautiverio y entonces se liberó el grito de la dignidad y la libertad. Las manos blancas querían la paz; pero no al precio que los verdugos ponían. Porque la paz no tiene precio, tiene verdad.

El secuestro y asesinato del joven concejal de Ermua, su sacrificio y nuestra congoja, ayudaron, por fin, a trazar una línea entre ellos y nosotros. Vosotros seréis siempre los asesinos, nosotros estamos con las víctimas, cuyo dolor nos ha hecho libres. El reconocimiento a las víctimas es la victoria de la ley y la derrota del terrorismo. No existe ninguna paz que nos pueda hurtar esto.

Dice Javier Gomá Lanzón que uno de los logros de la civilización occidental ha sido desvincular violencia de virtud. Si es así, en aquellos días de julio de hace diecisiete años triunfó la civilización frente a la barbarie. Nuestro héroe ya no sería ningún semidiós, ningún cruzado ni ningún caudillo. El héroe que eligió esta nueva generación para España era un muchacho normal, con su trabajo, su novia, sus amigos. Un simple concejal que nunca pensó que comprometerse con sus ideas y con su ciudad le fuera a costar la vida. Con su sacrifico aprendimos el valor de la libertad y el significado de la democracia.

Por todo esto, cada 12 de julio tenemos el deber de recordar; como decía Machado, recordar es volver a llevar al corazón. Nuestra obligación, la de los demócratas, es procurar estar a la altura de Miguel Ángel y de tantos otros. Nos sentiremos pequeños y tendremos que vencer la tentación de refugiarnos en una tranquilidad timorata y aparente. Es verdad lo que dicen las víctimas, tenemos que construir el relato. El relato del dolor, del sacrificio, del éxodo; el de nuestros muertos.

Que cada 12 de julio, día de Miguel Ángel Blanco, titilen las llamas de las velas en cada plaza de España como luces de la memoria y que las manos blancas sigan alzadas hacia un cielo que nos conceda la fuerza para escribir nuestra historia.

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

X