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Democracia de vértigo

(Comentario Onda Cero, martes 20 Diciembre 2022)

Dicen que la democracia más auténtica, más civilizada y la que tiene más salud es la llamada democracia aburrida, en la que casi todo es previsible.

La democracia aburrida sería un sistema de gobierno sin conflictos permanentes, donde se alcanzaran acuerdos y consensos entre las diferentes fuerzas políticas. Podría localizarse en Suiza o Alemania, o en países nórdicos como Noruega, Finlandia o Suecia.

Alumbrada en 1978, nuestra democracia fue un canto de libertad, una inmejorable respuesta al deseo de paz y prosperidad que sentía el pueblo español. Sin embargo, desde Enero de 2020, el Poder Ejecutivo lo desempeña un engendro de Gobierno de izquierda radical; una disparatada coalición, un matrimonio político mal avenido que, como algunos advertimos hace tiempo, ha ido lenta, pero progresivamente, extremando sus posiciones ideológicas, tensionando el ordenamiento jurídico y erosionando la Constitución.

Hoy nuestra democracia está en peligro. Por una parte, por el asfixiante predominio de los partidos políticos, el conocido  fenómeno de la partitocracia. Empero, por otra parte, por sufrir las instituciones públicas una inaguantable tensión política, una formidable polarización ideológica debida, fundamentalmente, a que el péndulo político del PSOE se ha desplazado a posiciones radicales de extrema izquierd, y ahí permanece.

En efecto. Un partido político importante, como es el PSOE, bajo el autoritario liderazgo de un polémico Pedro Sánchez, ha asumido planteamientos de ultraizquierda, se ha ‘podemizado’, podríamos afirmar. El PSOE ha abandonado el centro político. Ahora ocupa latitudes de extrema izquierda. Incluso celebra arriesgados pactos con BILDU y ERC.

Al estar situado el Gobierno en un extremo ideológico, al no gobernar para todos los españoles, la crispación, las tensiones y disfuncionalidades político-constitucionales se han recrudecido. En lugar de un clima político racional y sensato, las trifulcas se multiplican. El sosiego político, el sereno debate, o el intercambio útil de opiniones, han sucumbido. En su lugar tenemos una sociedad crispada, bonca, que recurre al insulto y niega el pan y la sal al adversario político, al que considera enemigo, más que oponente.

En consecuencia, la disparatada coalición gubernamental de sanchistas y podemitas ha destruido los consensos básicos heredados de la Transición. Estamos en otro escenario, en otro régimen político, en otro país. De aquella democracia deliberativa, donde casi todo lo que acontecía en el juego político era conocido y previsible hasta aburrir, hemos pasado a una democracia irrespirable, una democracia de vértigo, por la acción del Gobierno, casi siempre en los márgenes de la Constitución.

Urge, pues, exigir a nuestros gobernantes que vuelvan a la sensatez, a la centralidad, a un clima político donde se puedan defender y razonar las ideas, eligiendo, con respeto absoluto a la Constitución, las políticas que satisfagan el interés general. Sin respeto a la Ley de Leyes no hay progreso ni paz civil. Nadie puede estar por encima de la Ley.

Autor del artículo: José Torné-Dombidau Jiménez

Presidente y socio fundador del Foro para la Concordia Civil. Profesor Titular de Derecho Administrativo por la Universidad de Granada.

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