Declaración de Interdependencia
Nosotros, la gente de España, para formar una Unión más perfecta, establecer la Justicia, asegurar la Tranquilidad doméstica, proveer a la Defensa común, promover el Bienestar general y asegurar las Bendiciones de la Libertad para nosotros mismos y para nuestra descendencia, ordenamos y establecemos esta Constitución para España.
No; no es una adaptación de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos a nuestra patria. Primero, ciertamente, vino esa declaración de independencia; ése es el orden lógico: “Cuando, en el curso de los acontecimientos humanos, se hace necesario que una gente disuelva las ligaduras políticas que lo han conectado con otra (…) un respeto, por decencia, a las opiniones de la humanidad requiere que deba declarar las causas que impelen a la separación.” A continuación debe venir lo que llamo el Memorial de Agravios (Cahiers de Doléances, lo llamaron en la Revolución francesa): Qué malos han sido los restospañoles, que siempre nos robaban el bocadillo del desayuno en el recreo y, cuando le poníamos la pedorreta en la silla al maestro, siempre se chivaban. Y se burlaban de nosotros, y nos llamaban gafitas cuatroojos, y pelopollas…
Después, se coge el contenido del Memorial de Agravios y se le da la vuelta, obteniéndose el envés. A ese negativo se lo llama Declaración de Derechos, que pueden ser de dos tipos, históricos o naturales:
En el nombre de Dios. Yo Don Alfonso, rey de León y Galicia, al celebrar las Cortes en León junto con el arzobispo, los obispos, los magnates de mi reino y los ciudadanos elegidos por cada ciudad, decreto y aseguro, mediante juramento, que conservaré para todos los clérigos y laicos de mi reino las buenas costumbres establecidas por mis predecesores. También decreto y juro que si alguien hiciera o me presentara una delación contra otro, sin demora descubriré el delator al delatado, y si (el primero) no pudiera probar, en mi curia, la delación que hizo, sufra la pena que debería sufrir el delatado…
Es el comienzo del Ordenamiento de las Cortes de León, de 1188. El texto inicial del parlamentarismo y de las declaraciones de derechos. Veintisiete años antes que la Magna Carta de Juan sin Tierra, que es de 1215. ¡Toma ya!
Propiamente, lo que se dice declaraciones de independencia no tenemos en España, como no sea la de los Alcaldes de Móstoles u otras de la época: Señores justicias de los pueblos a quienes se presentare este oficio…los franceses…han tomado la ofensa sobre este pueblo capital… Somos españoles y es necesario que muramos por el rey y por la patria…
Al final, todo esto concluye en la Constitución, que era el punto de partida del presente escrito. Tras la Declaración de Independencia, la Constitución viene a ser una Declaración de Interdependencia: la defensa común, la justicia, la tranquilidad doméstica, el bienestar general y la libertad. Porque, ¡anda y que si no fuera por eso te iba a aguantar tanta pamplina, todo el día con la camisa de lunares atada con un nudo y con el ombligo al aire! Pues anda que tú, venga a soplar la gaita, y dale, y dale; o la dulzaina, o el txistu, o la tenora. Pero ¿es que no se puede sonar el espíritu del pueblo más que a través de un pito chillón? No digo un piano, que no es manejable, pero una viola da gamba, un laúd… No; tiene que ser una bandurria y además, la voz, también de pito. “¡Ay de mis verdialeeeees!”
Oí hace poco, en un programa de radio, una frase atribuida a Josep Pla: “Los catalanes podemos hacer muchos calzoncillos, pero no tenemos tantos culos”. La interdependencia.
Y Cataluña ha sido muy eficaz en taparnos las vergüenzas a Restospaña. Los catalanes son cultos, refinados, industriosos. Les gusta la música, las excursiones, el refinamiento indumentario, el arte, la buena vida (y ¿a quién no?, la cosa es poder costearlo). Bueno, no todos son así, ni todo el rato. También son escatológicos, bastorros y amantes de los tacos, como buenos españoles, ¡cullons! Y con querencia a tirar para Suiza o Andorra, para bien morir; como buenos españoles.
También Restospaña les habrá dado algo cuando han aguantado tantos años. Aunque solo haya sido poner los culos, ya es algo; que no nos han regalado los calzoncillos; que se los hemos comprado. Y a buen precio. Interdependencia.
En realidad, Restospaña ha sido siempre un mercado cautivo para Cataluña. Nos han tenido de aranceles hasta los mismísimos calzoncillos, dicho sea literalmente. Claro que lo de los aranceles lo tenían chupado. ¿Qué más puede pedir a la vida un político, sea del partido que sea que un poder arancelario para intervenir en la vida de los demás y, quizás, poder pegar una pequeña mordida? ¿Qué más puede pedir un empresario con bandera e himno, es decir cualquier empresario que pueda sacarle unos eurillos a la bandera e himno en cuestión, que unos bonitos aranceles que le quiten de en medio a la competencia? Entregado el país a la ineficacia económica, todo el áspero monte se volverá fragante orégano. ¿Qué más puede pedir una ciudadanía que la satisfacción de dejar sin rancho al bárbaro, al infiel, al gentil? ¡Para que aprendan a ser raros! Lo nuestro para nosotros. Compra productos españoles.
Restospaña (la peninsular y la ultramarina, cuando la había: Cuba, Puerto Rico, las Filipinas) ha sido una especie de colonia económica de Cataluña y, con la mentalidad colonial, la lógica exigía que también fuera una colonia política. Pero a esto se han negado los orgullosos restopañoles, que son todos fascistas, carpetovetónicos, y de misa y olla. Pues si no quieren que les mandemos, nos iremos. Y acabarán por irse. Aunque dos tercios de los catalanes no quieran ser independientes y les guste más la interdependencia.