¿De novatada a delito?

Me ha resultado llamativa la desmesurada atención que los medios y terminales de izquierda han prestado a los gritos del residente del Colegio Mayor madrileño, y la hiperventilada reacción de muchos incautos políticos.
Vaya por delante mi rechazo a esas expresiones inadecuadas y groseras. La educación que yo recibí de mis padres y profesores me ha enseñado a comportarme respetuosamente y, sobre todo, me ha liberado de ser adoctrinado en la moral “woke” o pseudoprogresista, hoy de moda.
Creo también que el estudiante que dio los gritos -en el marco de unas novatadas y de un inicio de Curso académico- nunca pudo imaginar la trascendencia que iban a tener, ni la extrema importancia que el feminismo militante y de trinchera les daría.
Todo ha sido una exageración: los mensajes lanzados, que previamente conocían las destinatarias; la desaforada reacción de los seguidores de lo políticamente correcto; la de la policía de la moral, la de las terminales mediáticas y ministeriales, todo, todo ha sido una desmesura.
Faltaba este espectáculo a las Iones Belarras e Irenes Monteros para justificar la bondad de su particular código sexual y moral. No en vano, ellas se consideran las guardesas de la moral sexual del siglo XXI. Ellas marcan lo que el ciudadano debe hacer o no, lo correcto o incorrecto. Ellas son las cardenalas, las sacerdotisas, de una nueva religión laica, las evangelizadoras de la nueva sexología, impartida “ex cátedra”.
Nadie niega que el todavía atónito estudiante del “Elías Ahuja” de Madrid ha ido lejos en sus chabacanas palabras a las residentes del ‘Santa Mónica’. Empero permítanme que diga que la reacción ha sido ciertamente hipócrita, histérica.
El pasado jueves, en la Sexta, la tertuliana Angélica Rubio no se conformaba con una condena verbal: pedía corte de cabezas. Hasta se anunció enfáticamente que el Ministerio Fiscal, contagiado de un alarmismo artificioso, abría diligencias por presunto delito de odio. Otro disparate… Pero señor Fiscal, si el estudiante no expresaba odio, sino todo lo contrario, demasiada pasión…
El caso es que el apasionado colegial ha sido expulsado, una sanción que le causará serios trastornos. Condena que, sin embargo, resulta insuficiente a los depositarios de la verdad moral, a la izquierda canónica, a la Policía de la moral, como en Irán. En cambio, nadie se solidariza con los jóvenes de “S’ha Acabat”, agredidos diariamente, ni con las mujeres iraníes, que sufren sumisión permanente.
Tampoco tenemos noticia de que algún Fiscal persiga de oficio los homenajes a los asesinos etarras, ni que, con motivo del brutal escrache a Macarena Olona en la Universidad al querer dar una conferencia, se haya solidarizado nadie de la izquierda ‘caviar’, ni ningún colectivo de los sedicentes feministas. ¡Cuánta hipocresía, señores!