¿Cuál será el precio?

En efecto, cualquier ciudadano de cualquier país democrático se haría la misma pregunta: qué precio pagará Pedro Sánchez para que quienes quieren romper el Estado y subvertir el orden constitucional se avengan a investirle como Presidente del Gobierno.
Es tremendo que los españoles tengamos que hacernos esa pregunta. Pregunta que forzosamente ha de venir acompañada de otras, como las siguientes: ¿Cómo hemos podido llegar al punto en que el Gobierno de España dependa de radicales de extrema izquierda, de nacionalistas, de separatistas y de sucesores de la banda criminal ETA? ¿Cómo es posible que un candidato a presidente del Gobierno prefiera llegar a un acuerdo con todas estas disparatadas formaciones antes que con los partidos que respetan el orden constitucional y los valores y principios de la Transición?
A lo que se ve, la pretensión del doctor Sánchez es conseguir la cuadratura del círculo: que le permitan gobernar aquellos que quieren destruir el Estado y sobre estas cenizas políticas edificar una Cataluña independiente. Una Cataluña independiente que nacería tarada como sus líderes fundadores. Líderes de carácter totalitario, liberticida. Líderes que, a la vista de sus declaraciones y hechos, resultan lo más lejano a un gobierno de las leyes, dirigentes carentes de la mínima formación necesaria para crear un Estado bajo el imperio de la Ley.
Pues bien, señoras y señores, por extraño que parezca estos son los mimbres con los que Sánchez quiere tejer su investidura a la presidencia del Gobierno de España: con ‘los Ceaucescu españoles’ (es decir, los ‘marqueses de Galapagar’); con los ‘rufianes’ de Esquerra Republicana de Catalunya; con los desleales del PNV; con los amigos de Otegi y con los nacionalistas gallegos. Menuda legislatura con estos socios. Es imposible que Sánchez no sienta vértigo con estos incómodos y desaconsejables compañeros de viaje.
Por eso volvemos a preguntar: ¿Qué secreto precio pagará Sánchez para verse investido por estos amiguetes? ¿Cuánto tiempo durará ese Gobierno engendrado por padres tan heterogéneos y singulares, los mismos de la moción de censura de la primavera de 2018?
El asunto es aún más grave si tenemos en cuenta que, además, no es Sánchez quien pagará el precio, sino que seremos todos los ciudadanos quienes pagaremos la factura de lo que rompan Sánchez y sus increíbles acompañantes, acompañantes que son, recordemos: el comunismo bolivariano de Podemos, al que no le importa gastar con tal de pisar moqueta; el partido de Junqueras, un partido tóxico e históricamente golpista; la antigua Convergencia, corrupta y con su capitoste huido de la Justicia; y, finalmente, los sucesores políticos de ETA.
Es para salir corriendo.
Finalmente, una última pregunta para Sánchez: ¿No hay nadie a su derecha?