¿Cómo se malogró aquella República?

Lo imponderable se impuso y el 29 de Julio de 1931 dimitía el jurista democristiano Ossorio y Gallardo como presidente de la Comisión Jurídica Asesora de la República. Había culminado un Anteproyecto de Constitución moderada y equilibrada. Civilizada, podríamos decir. No sirvió para nada.
En las Cortes Constituyentes se había formado otra Comisión paralela presidida por el penalista Jiménez de Asúa, socialista. Todos los excesos ideológicos del nuevo régimen fueron letra impresa en la nueva Constitución: izquierdismo, laicismo, anticlericalismo, sectarismo… Se aprobó el 9 de diciembre de ese mismo año.
El constitucionalismo de la República se deslizó, pues, hacia la izquierda. La política, también. Dominó un clima según el cual sólo el político republicano era demócrata, y, por tanto, el único con legitimidad.
Emerge una República de izquierda. Mientras se discutía la nueva Constitución, se aprueba la Ley de Defensa de la República (21.10.31) que permite a las autoridades gubernativas republicanas cercenar directamente, sin intervención judicial, las libertades de expresión, prensa e imprenta e imponer multas y/o penas privativas de libertad. Aun contrariando la Constitución, mantuvo su vigencia hasta la Ley de Orden Público de 28.7.1933. Una burla al Estado de Derecho.
La siguiente desviación fue adoptar una bandera distinta (Decreto de 27.4.1931). Los republicanos abjuraron del pasado y sus símbolos. Otra bandera. Otros colores. Otro escudo heráldico. Se sancionaba la exhibición de la bandera tradicional de España y los símbolos monárquicos, asimilados a baldón ignominioso y esclavizante. La República abomina de la historia de España. La buena y la mala. Resulta imprescindible leer la exposición de motivos de la disposición gubernamental y comprobar el sectarismo y falta de rigor histórico-social. Fabulación perdonable en los inicios de un cambio de régimen político, no obstante.
La República giró a la izquierda, sin vuelta atrás, cuando Azaña sustituyó a don Niceto (14 Octubre 1931) y guió la nave hasta Septiembre de 1933, el bienio “reformista”: disolución de órdenes religiosas, divorcio, Estatuto catalán, reforma agraria, desactivación y castigo a la “Sanjurjada”, reforma militar, nuevo Código penal y Ley electoral… Demasiados cambios, algunos revolucionarios, en veintitrés meses.
Se precipita la convocatoria de elecciones para el 19 Noviembre 1933. Sorprendentemente triunfan la derecha y el centro, representados por la CEDA de Gil-Robles (115 diputados) y el Partido Republicano Radical de Lerroux (102). El PSOE queda lejos (59). El arbitrismo de Alcalá-Zamora posterga al líder más votado (Gil-Robles) y encarga a Lerroux formar Gobierno. Incoherencias de aquella República. Se forma Gobierno sin ningún ministro de la CEDA, desde luego. Otra incoherencia. Queda inaugurado el bienio “contrarreformista”, “rectificador” o “negro”, hasta febrero de 1936.
El 4.10.1934 Gil-Robles logra, al fin, introducir a tres ministros de su partido en el Gobierno Lerroux. Azaña y Martínez Barrio se oponen terminantemente. Sería “entregar el Gobierno de la República a sus enemigos” (sic).
Los socialistas, capitaneados por Largo Caballero, amenazan con la revolución (sic) si los cedistas acceden al Gobierno. Abandonando la vía parlamentaria, adoptaron la insurreccional. Antes, los anarquistas ya se habían levantado contra la República en diciembre de 1933.
Empero el golpe duro contra la República lo representó la huelga revolucionaria convocada reactivamente por los socialistas, conocida como la “Revolución de Octubre de 1934” o “Revolución de Asturias”, protagonizada por el PSOE, la UGT, Juventudes socialistas, PCE y CNT. El Gobierno de la República ordenó al Ministro de la Guerra (Diego Hidalgo, lerrouxista) sofocar la rebelión, lo que consiguió doce días más tarde con un saldo de 1.100 muertos y 2.000 heridos. El Gobierno encomendó a los generales Goded y Franco el desarrollo de las operaciones militares.
A partir de este golpe revolucionario la vida de la República se encaminó hacia su autodestrucción. La política se radicalizó aún más. El entendimiento entre los líderes de los partidos políticos de uno y otro signo fue nulo. La tensión, aumentó. No hubo paz. Ni respeto para el más elemental derecho, la vida. Las izquierdas y las derechas ocuparon posiciones irreconciliables. La acción revolucionaria izquierdista de la República provocó, a fines de 1933, la aparición de una fuerza política contraria: Falange Española.
Convocadas unas tensas elecciones para el 12.2.1936, las izquierdas constituyeron el llamado “Frente Popular”, radicalizado por líderes irresponsables, e inflamado por la propaganda soviética. El resultado de los comicios arrojó -en principio- un saldo favorable al “Frente”, de efímeros Gobiernos extremistas. Investigaciones históricas han determinado que hubo fraude electoral. La República dejó de ser aquella de la Puerta del Sol y se transfiguró en una República socialista marxista-leninista con la Rusia roja como tutora.
El punto álgido de la degradación republicana se alcanzó con el asesinato del jefe de la oposición parlamentaria, José Calvo Sotelo, a manos de escoltas del socialista Indalecio Prieto (13.7.1936). El levantamiento militar estalló el 18 de Julio. Contra la fabulación de Pedro Sánchez, el “vínculo luminoso republicano” se apagó ese día. La Monarquía fue abandonada por los monárquicos. La República fue destruida por los propios republicanos.