Casi todo es anormal

Apenas entablemos conversación con cualquiera que sea sensato la conclusión será la misma: hoy la política española discurre por cauces anormales.
El ciudadano medio no sale de su asombro ante los escándalos que constantemente salpican la vida española, y no pasa nada: la vida sigue igual. En efecto, la política española sigue el modelo italiano de contradicciones y grandes disparates.
Empecemos. Quién iba a decirnos que la cuarta economía europea y la decimotercera potencia industrial del mundo tendría hoy un Gobierno de extrema izquierda, con algunos Ministros comunistas empeñados en resucitar a Carlos Marx.
Quién hubiera imaginado que el Gobierno se sostiene por aquellos mismos que persiguen la destrucción del Estado, y no pasa nada.
Quién podría imaginar que los miembros de un Gobierno de la Corona se declaran abiertamente antimonárquicos y organizan caceroladas contra el Rey.
Quién diría que los Ministros han prometido lealtad al Jefe del Estado, cuando lo atacan directamente y no defienden su figura ni su papel constitucional. Y no pasa nada.
Quién iba a imaginar que el Ministro del Interior, antaño el juez antiterrorista más famoso de España, salvaría su reprobación parlamentaria con el voto de los herederos de ETA.
Quién nos habría asegurado que un paleocomunista, hijo de un militante del FRAP, llegaría a Vicepresidente del Gobierno de España, e incluso se integraría en el Consejo de Seguridad Nacional presidido por un Monarca cuya cabeza desea cortar…
¿Cómo podríamos pensar que leeríamos en la Prensa que Fiscales del Tribunal Supremo pasarían información a la Abogada de Iglesias en el caso de la tarjeta telefónica?
Quién nos iba a decir que las cloacas del Estado llevarían coleta y no tricornio…
¿Quién nos habría asegurado que a pesar de la nula prevención y desastrosa gestión de la crisis sanitaria, el Gobierno saldría reforzado y concitando más consenso?
Quién le iba a decir a Fernando Simón, portavoz sanitario del Gobierno, que, a pesar de sus pronósticos errados, de afirmaciones incumplidas y su complicidad en la ocultación de datos, su retrato saldría en camisetas…
¿Quién nos hubiera dicho que los mismos que juran o prometen a regañadientes, eso sí, guardar y hacer guardar la Constitución son los primeros en pretender demolerla?
¿Quién le hubiera dicho al Príncipe de los Ingenios, Miguel de Cervantes, honra y gloria de las Letras españolas y universales, que unos malandrines ignorantes le llamarían bastardo y derribarían sus estatuas?
¿Cómo es posible que el Ministro del Interior nombre, para un cargo de mayor rango, al general que afirmó que la Guardia Civil estaba para reprimir la crítica al Gobierno?
Como vemos, hoy es casi todo anormal en la política española.