Alarma alarmante

Por indolencia, o intencionadamente, el Gobierno no ha querido reformar la Legislación en vigor que diera cobertura a medidas sanitarias, y, de nuevo, ha sido decretada esa anomalía democrática llamada ‘estado de alarma’ en el que el Gobierno se encuentra a sus anchas.
Un estado de alarma que viene acompañado de alarmantes signos de inconstitucionalidad. Primero, su duración, ¡seis meses!, cuando la Constitución sólo autoriza plazos de hasta 15 días. En segundo término, el decreto hace una delegación en las Autoridades autonómicas no permitida por la Ley reguladora. Tercero, esa disparatada delegación provoca una fuerte descoordinación, pues cada Región adopta sus medidas discrecionalmente. Y, como colofón, el presidente no se someterá al control parlamentario, no rendirá cuentas, gravísima anomalía democrática ésta, agravada por el desplante de Sánchez al Congreso.
La preocupación por la política española se extiende ya por toda Europa. En ella empiezan a mirarnos como un Estado fallido. En Bruselas se tiene la percepción de que España está sumida en el caos político. Y no es opinión exagerada si se piensa que al frente de la Nación figura un político extremista, procedente del extinto PSOE, y un venenoso vicepresidente comunista de ánimo justiciero.
Ambos están demoliendo la Constitución de 1978, esa que, denigrantemente, Iglesias llama el ‘candado’. Ambos están convirtiendo España en una democracia iliberal; en un país de pobres, ignorantes y sumisos, aunque Sánchez e Iglesias escapan ya de la primera categoría pues acaban de subirse el sueldo vergonzosamente.
Sea como sea, la realidad es que los españoles volvemos a quedar, por decreto, en manos de Sánchez. Huérfanos. Indefensos. Abandonados. Aletargados. Ni siquiera nuestros representantes en el Congreso nos defendieron. Ni siquiera se unieron para frenar la desmedida ansia de poder del dúo tóxico.
Ciertamente el jueves pasado fue un día negro. Una jornada para oficiar un “Réquiem” por la democracia y la Constitución. Hubo diputados que enterraron nuestros derechos, nuestras libertades y nuestra dignidad política como ciudadanos.
La locura actual llega al extremo de que dos partidos constitucionalistas, Ciudadanos y Partido Popular, entregaron a Sánchez máximos poderes sin contrapeso ni control a cambio. Ciudadanos, mediante un incomprensible apoyo incondicional; y los ‘populares’, con la postura política más cobarde: con una injustificable abstención cuando están en juego nuestras libertades y el Estado democrático de Derecho. Y no se argumente contraponiendo salud a Estado de Derecho, porque sin salud, no hay nada; pero sin respeto a la Ley, la salud de poco sirve.
Para la historia del parlamentarismo español, para los anales de la democracia, la sesión del Congreso del pasado jueves fue un baldón ignominioso a manos de 194 señorías.
Ahora, sí. Con toda propiedad y justificación, es razonable gritar aquello de “¡No nos representan!”.